Mahahual y Holbox

Llegué a Mahahual a media mañana. Ni bien me bajé del ADO (Línea de buses de larga distancia mexicana) miré el mapa del pueblo en mi celu para caminar hacia el hostel que mi inminente instructor de buceo me había recomendado en nuestra última conversación por facebook. Me acomodé en “El Jardín”, un hostel pequeño cuyo mejor atributo eran las bicicletas gratis que ofrecían. La construcción era bonita pero había ruidos de obra y la recepcionista me cayó antipática. ¿Hay algo más contradictorio que una recepcionista antipática? Mi curso no arrancaba hasta el día siguiente así que agarré la bici y me fui a recorrer el pueblo, comprar víveres para hacerme la cena y buscar un lugar más agradable donde quedarme.

Acomodándome

Durante mi recorrida de investigación descubrí que en Mahahual hay pocos hostels, y como era fin de semana, estaban todos llenos.
El tamaño del pueblo era perfecto. El malecón peatonal (y ciclista) plagado de puestos de artesanos, restaurantes bonitos pero no exclusivos y clubes de playa me ponía de buen humor. Para rematar, todo era adornado turquesamente por un Mar Caribe perfecto, como de costumbre.

Pedaleando hasta el límite del pueblo llegué al Blue Kay: un complejo grande que consta de de muchas cabañitas rústicas sobre el malecón; estaba completo. De todas maneras irrumpí en la recepción. Mucha gente amontonada intentaba solucionar situaciones, encontrar toallas, tomar posesión de su reserva todosalmismotiempo y la recepcionista hacía demostración de una simpatía inquebrantable y resiliente de la que la italiana antipática de mi hostel podría haber aprendido mucho. En esas cosas pensé mientras esperaba pacientemente que hubiera un silencio y la recepcionista me mirara a mí. Cuando eso finalmente pasó, le comenté que quería ofrecer servicio fotográfico a cambio de unas noches ahí (después de que pasara el fin de semana, claramente). Mi idea original era dedicarme a bucear y no hacer intercambio, pero los hostels que estaba dispuesta a pagar no eran acogedores y no puedo con mi genio. La recepcionista estrella, que resultó ser una voluntaria, me derivó a la gerente del complejo que me dijo que estaba interesada y que pasara de nuevo al otro día así arreglábamos.
Así de simple: 15 minutos de recorrida y unos segundos de caradurez más tarde mi situación habitacional de Mahahual parecía estar resuelta de la manera que más me divierte: cuando no estuviera buceando, estaría sacando fotos para el complejo más bonito de todo el pueblo. Contenta y un poco sorprendida de que mi rapto de exigencia y caradurez funcionara una vez más, me fui a hacerme de comer temprano: quería estar preparada para mis inmersiones del día siguiente.

Puerto Paciencia

Me desperté contenta porque empezaba mi Advanced de buceo. Teníamos dos inmersiones programadas para el primer día, incluyendo la inmersión a 30 metros que me entusiasmaba mucho. Pero resultó ser que el capitán de Puerto no había dado permiso para que los centros de buceo trabajaran ese día. Aparentemente el mar estaba demasiado bravo, o había demasiado viento.
Como era difícil tenerle miedo a la piscina turquesa que se veía desde la costa, tuve que esforzarme mucho para no desconfiar y malhumorarme.
La escena de indeterminación matutina sobre si buceábamos o no se reiteró un par de veces durante los días siguientes y eso me llevó a entrar a la oficina de Capitanía de puerto a hablar con el oficial de turno. Lo hice en modalidad periodista disfrazada de turista (o al revés?) con micrófono oculto. La conversación no tuvo desperdicios, fue bastante cómica y dejó ver muchas inconsistencias misteriosas acerca del modus operandi del puerto de un pueblo diminuto (Wikipedia registra menos de 1000 habitantes en 2010) que vive exclusivamente del turismo: cruceros que anclan y descargan pasajeros curiosos y ávidos de consumo, buceo, pesca deportiva. Sergi, mi instructor, me contó que el capitán parece tener resentimiento hacia los inmigrantes propietarios de la mayoría de los negocios turísticos locales; todos dependientes de la posibilidad de navegar. Estas sospechosas indecisiones portuarias de última hora no me impidieron completar mi curso Advanced, pero sí me hicieron quedarme en Mahahual más noches de las que había calculado.

Buceo Perfecto

Como ya les conté, mi certificación Open Water la obtuve en Puerto Escondido: famoso destino de surf donde pocas personas sospechan que se pueda bucear. De hecho, Puerto Escondido es una población de 45000 habitantes en la que hay 2 centros de buceo contra la más de una decena de centros de buceo del pequeño Mahahual. Claramente hay una razón para semejante desproporción: es sabido que las condiciones de buceo del Caribe son muchísimo mejores que las del Pacífico.

  • Hice 5 buceos en Mahahual y me quedé todavía con las ganas de ir al Banco de Chinchorro que me quedó pendiente para la próxima. Creo que fue durante el segundo día de mi curso que estuvimos bajo el agua más de 80 minutos. El sol brillaba con ganas y a casi 20 metros de profundidad la visibilidad era plena, perfecta, vasta, inaudita. Sergi me hizo señas de subir porque ya habíamos explorado todo el sitio y saludado langostas, morenas y dos majestuosas rayas; pero yo le señalé mi manómetro que indicaba mucha disponibilidad de aire para decirle que quería quedarme buceando todo lo posible. Es que ahí abajo y con esas condiciones estaba tan a gusto que no quería volver a superficie. Fue en ese buceo que experimenté por primera vez la sensación de eternidad y vastedad serena que luego encontré en otros buceos. Sentirme diminuta siendo abrazada por el agua tibia y turquesa.
    Una masa infinita y amable me mecía en las profundidades del silencio y la lentitud: el buceo perfecto.

Mahahual de más

Quedarme “de más” en Mahahual terminó siendo algo bueno, aunque pecando del ánimo de control del que pretendo deshacerme al viajar, primero me malhumoró un poco. Con los días el pueblo me cautivó por su tamaño ideal, su vibra relajada y su población de inmigrantes simpáticos todos hospedados en el mini pueblo de al lado al que llamaban cariñosamente “casitas”. Creo que mi malhumor inicial tuvo más que ver con tener los días contados. Mi vuelo desde Cancún a Costa Rica para el 30 de Noviembre le ponía límite a mis días en la Riviera Maya y yo quería que me diera el tiempo para conocer Bacalar, Holbox y bucear en algún cenote cercano a playa del Carmen con Pasku, un guía que me había recomendado el mismo amigo español que me conectó con Lalle en Puerto Escondido. Pasku y yo habíamos intercambiado mensajes sobre la posibilidad de bucear en los cenotes y yo había decidido dejarlo para el final, con un poco más de horas de buceo encima, ya que los cenotes son un poco intimidantes: bucear en ríos subterráneos con techos inundados (cavernas) requiere más control de la flotabilidad y economía de movimientos para no levantar el sedimento del suelo y arruinarle el buceo al pobre que viene detrás. Tener que demorarme en Mahahual me ponía ansiosa porque implicaría resignar alguna de las aspiraciones del paseo y dejarla para otra oportunidad. El destino suspendido terminó siendo Bacalar, porque allí “sólo” hay una laguna despampanante, y yo había decidido esta vez poner mi foco en el buceo. Por más que me repito una y otra vez que viajar no es plantar bandera en x cantidad de lugares sino aprender a discurrir y disfrutar dejándome accidentar por las circunstancias; aceptar este “retraso” me tomó algunos pequeños malhumores que Mahahual supo mitigar con mar turquesa, paseos en bici, lugareños sonrientes y frutos de mar exquisitos.

Hablando de comida, no se puede pasar por Mahahual sin cenar en Fernando’s o almorzar en Nohoch Kay mirando el mar. Fernando’s es un pequeño restaurant atendido por su dueño (mexicano él) con platos diversos y exquisitos (especialmente los carpaccios y frutos de mar). Sentarse en el patiecito a la noche a sentir la caricia de la brisa marina y esperar que Fernando te ofrezca su degustación de agaves mexicanos no tiene precio. Como si todo esto fuera poco, lxs camarerxs son siempre simpatiquísimos y el wi fi anda bárbaro (hice un par de Skypes ahí). El Nohoch Kay tiene fama de ser el mejor restaurante de mariscos de la zona y en mi experiencia sobrepasa las expectativas. Recomiendo especialmente los camarones a la mantequilla.

  • Al final me fui de Mahahual con el estómago contento, una nueva edición del ejercicio de la paciencia (o aceptación de los imponderables), mi certificación Advanced y muchas ganas de volver al que se convirtió en mi rincón favorito de la Riviera Maya.

Voz en Holbox

Me fui de Mahahual a Playa del Carmen con el plan de dormir y salir temprano rumbo a Holbox: famoso destino paradisíaco al noroeste de Cancún. Salva (un amigo de Gerard que había conocido durante mi paso fugaz por Playa del Carmen) y yo nos íbamos a pasar un par de días a esta isla que prometía tranquilidad. Yo llevaba mi equipo para terminar la videocanción que había estado grabando en Puerto Escondido y Tulum: Pura Potencia. Me faltaba nada más y nada menos que la voz. Nos tomamos dos combis y un ferry para llegar. Salva me contó que en la isla no hay autos, sólo unos carritos cuyo nombre olvidé pero que hay muchos y hacen bastante ruido.

  • Llegamos algo pasado el mediodía y hacía mucho calor. El centro del pueblo me resultó más agitado y ruidoso de lo que esperaba pero nomás caminar unas cuadras todo se calmaba. Nosotros fuimos a parar a un camping como a 7 cuadras del centrito: ideal, era rápido caminar hacia los mercados y restaurantes pero no nos llegaba el bullicio. Debo decir que aunque me gustó, Holbox fue uno de esos casos en los que el exceso de expectativa puede haberme jugado en contra. La isla es preciosa, pero no me fascinó. Quizás porque no pude hacer kitesurf, que hubiese sido divertido (aunque suele ser caro) o porque los paseos en bici se vieron un poco truncados porque la isla estaba bastante inundada: había estado lloviendo. También quizás a causa de las lluvias recientes había una cantidad de mosquitos apabullante, y eso que soy una visitante frecuente del delta de Tigre en mi país a donde la gente a veces no va por miedo a los mosquitos. Lo que más disfruté en Holbox fue caminar por la playa de noche bajo un cielo estrelladísimo sintiendo absoluta seguridad, grabar la voz de Pura Potencia en un rincón sombreado de la isla sentada en un tronco gastado por el agua y con la reserva de aves de fondo; y poder ver otra vez un atardecer desde la playa, cosa que estar del lado del Caribe hace extrañar.
Aunque Holbox fue un destino disfrutable, no me fui con tantas ganas de regresar. Los alojamientos y restaurantes están un poco caros, el destino está de moda y las actividades disponibles no son mis favoritas como para justificar el gasto de dinero.
Después de tres noches de paz en la isla, Salva y yo emprendimos el regreso a Playa. Para nuestra sorpresa, al bajar del ferry encontramos una combi que iba directo a Playa, era más barata que las opciones que tomamos a la ida y tardaba una hora menos. Grata sorpresa del camino, era un servicio relativamente nuevo. Compramos maní y agua para el viaje y nos subimos sin pensarlo.

Qué cenote el broche

Me quedaban 3 noches en México. Para cerrar mi paseo por la Riviera Maya me había guardado el plato fuerte: el buceo en cenote. Pasku y yo arreglamos que me buscara por lo de Salva esa misma tarde. No sólo iba a bucear cenotes con él al día siguiente, sino que me quedaría en un estudio que Pasku alquilaba justo junto al suyo en una terraza lindísima sobre la Av. 35 en Playa. Lo de que la terraza era lindísima no me constaba, le había dicho que sí sin ver ni una foto del estudio sólo porque su voz me daba confianza, porque me lo había recomendado nuestro amigo en común y porque la noche del día que buceáramos iba de regalo (le llama bed&dive a esta modalidad). Llegamos de Holbox a lo de Salva y mientras almorzábamos exquisita comida casera que Salva preparó (claro que exquisita, es italiano!) yo le avisé a mi nuevo anfitrión que podía buscarme cuando quisiera, aunque más bien pronto porque Salva se tenía que ir a trabajar. Pensaba contar mi experiencia cenotera en este mismo post pero, como suele sucederme, ya me extendí demasiado así que lo dejo para el próximo. Sólo adelanto que no pudo haber mejor broche de oro o cereza del postre para mi derrotero mexicano que los últimos 3 días en playa buceando cenotes y viviendo al lado de lo de Pasku.