¿Este no es mi hogar?

La semana pasada fui seleccionada por DearWorld tras aplicar a su convocatoria en busca de retratos e historias durante la crisis del COVID-19. En mi caso contaría mi historia con un autorretrato, ya que estoy en cuarentena sola. La entrega final consistiría en la foto, la historia en formato de carta y un poco de material de detrás de escena o archivo, como posdata. Además, había que incorporar el recurso distintivo de Dear World, que consiste en escribir una frase tomada de la carta en la piel del retratado, en este caso, yo. Esto es lo que hice.

Carta

Querido Mundo,

Este no es mi hogar. O al menos no se suponía que lo fuera, aunque al final un poco lo está siendo. Hace ya 4 años que me la paso viajando mientras trabajo online. Eso me ha dado mucha práctica en eso de adoptar hogares y cotidianos transitorios. ¿Pero quién sabe cuán transitorio va a ser todo esto?

Mientras que mucha gente teme al cambio, a mi me aterroriza la quietud. A medida que el COVID-19 cerraba las fronteras del mundo y mis súper planes para el 2020 se cancelaban uno a uno (incluían Costa Rica cuidando caballos, Bruselas con la Unión Europea, viaje en camioneta con amiga por países nórdicos, Festival en Latvia, etc. etc.) yo me veía privada de la razón por la cual no tengo más de dos pantalones largos ni conservo los libros que termino de leer. Cuando empezaron a sugerir, repetir, ordenarme #quedateencasa, yo no tenía una.

Pasaron ya dos meses.

Pasé el primer mes en lo de mi papá, a donde estaba justo de visita a mi regreso de la Patagonia. Más o menos a los 15 días de comenzada la cuarentena, empecé a hacer ejercicio y bailar a diario. Los golpes constantes contra los muebles y los bordes de la habitación no lograron desanimarme del todo, pero mi estado de ánimo dejaba bastante que desear. Un día me senté en el descanso de la escalera y le dije a mi papá, que estaba en el living: “Cada vez que estoy en un avión que despega, me siento llena y agradecida, lista para morir. No me da miedo la muerte pero si me agarra, quiero que me agarre viviendo. Vivir así no vale la pena”. Oscura y desanimada, ¿no? Mil disculpas.

Ya no estoy en esa. Tampoco en esa casa. Me mudé a una casa vacía que me prestó un gran amigo. Sigo entrenando y/o bailando cada día sin excepción. Los muebles se transforman en pesas o accesorios de entrenamiento según convenga. Hace algunos días, al despertar acá, me sentía completamente diferente.

Por un lado, esta pandemia no me impactó tanto. Como trabajo online, mis fuentes de ingreso y mis rutinas laborales no sufrieron modificaciones. Por el otro, sin embargo, refrenó repentinamente mi maravillosa vida nómade sin previo aviso. Y, como vivía de viaje, no tenía un hogar al que regresar. Esa había sido mi elección.

Mi entusiasmo se alimenta de la posibilidad de moverme hacia lo inesperado. ¿Qué significa hogar para alguien que, como yo, prioriza la aventura por sobre la estabilidad? Muchas veces he pensado (y lo escribí aquí incluso) que mi hogar es mi cuerpo, o la manera en que miro a mi alrededor. He llegado a identificarlo como un sentimiento construido con otros. También estaba buscando el lugar donde construirme uno propio. Más recientemente, me recriminé no haberlo tenido listo cuando todo esto se desató.

Pero esto también es lo inesperado, me digo. Acaso tanto más que cualquier otra cosa. Deberías tomártelo como un viaje, me insisto. Moverte en esto, a pesar de esto, con esto.

Lo estoy intentando.

Con cariño,

¿Este no es mi hogar?

Límites

Me gusta mucho trabajar en proyectos que se completan mediante crowdsourcing, como este de DearWorld. Crowdsourcing quiere decir que un cliente o agencia selecciona muchos creadores para producir de manera independiente entre sí, contenido para mismo un objetivo. De esta manera se trabaja con Vidsy, aunque en ese caso los proyectos son netamente comerciales.

Al pedir ‘lo mismo’ a muchos creadores, se ven obligados a describir con precisión una consigna y los parámetros de validez e invalidez, fijando límites muy claros sobre lo que se considerará una entrega aceptable. No hay nada como un buen conjunto de límites para estructurar un trabajo creativo. El pánico de la hoja en blanco no tiene tiempo ni de aparecer. La estructura nos regala líneas claras dentro de las que colorear. A la hora de dar respuesta a esa demanda se incorporan todos nuestros propios elementos: los tiempos de producción, dónde estamos, qué tipo de luz pega en el lugar donde puedo fotografiar, cómo hago para hacer autorretratos, de qué manera cuento mi historia en una foto, etc. Es muy divertido jugar con todos ellos sabiendo que, siempre y cuando respete los límites clarísimos que me dieron para estructurar el trabajo, todas las formas que encuentre serán aceptables. A partir de ahí, se trata de elegir de entre todas, la que tenga más sentido para mí. Y esa es la pregunta que más me gusta responder.

Pensar la foto

Elegí escribirme la frase “This is not my home?”/ “¿Este no es mi hogar?” porque es el comienzo y el final de la carta. Es lo que empiezo afirmando y termino preguntando (siempre hay que sospechar de las propias aseveraciones) y es un buen resumen de cómo me atrapó este confinamiento.

Me la escribí en la pierna porque me permitía hacer letras grandes pero también porque las piernas son la extremidad del caminar, del desplazarse. Ahora, en una casa que no es siquiera mía y está en una ciudad de la que vengo pero de la que, para mí, ya me había ido, el tema central es que no puedo moverme como acostumbro. Estoy atrapada. Estoy que camino por las paredes. Tanto así que estoy moviendo mi cuerpo varias horas por día. Por eso, para el retrato, me puse a jugar con posturas que se apoyaran en los límites del espacio más chico de la casa. Use la estrechez del pasillo como estructura y las paredes como líneas, límites que marcan el espacio interior a colorear. Usando esta estructura, jugué a burlar la gravedad y con mi cuerpo distorsionar los límites que me atrapan.

Porque… en esas ando.