El mate ineficiente

Para cebar el mate improvisado en la taza de cerámica más grande que tomé prestada de lo de mi papá, uso otra taza de cerámica más chica. La meto en la olla que ya corrí hacia el centro de la cocina, de modo que el calor de la única hornalla encendida le llegue apenas de refilón, y la lleno a la mitad. Después la acerco, muchas veces demasiado, al borde de la taza-mate y la giro abruptamente, para que el hilito de agua a temperatura perfecta no se escurra sobre su lateral y me conceda el placer de tomar otro mate sin tener que secar la mesada o peor, quemarme un poco.

Mi mate es ineficiente porque no tengo muchas cosas. No tener cosas significa en realidad tener sólo algunas, no tenerlas todas y, por ende, no tener las adecuadas. La ineficiencia es una consecuencia habitual de ciertas privaciones materiales. La creatividad también. Yendo más lejos, un cliente me aseveró ayer por teléfono que la eficiencia mata la creatividad.

No tengo cosas porque no vivo en Argentina. Aunque de los últimos 12 meses pasé prácticamente 9 en mi país de origen, 8 de los cuales no fueron elegidos. Estos días no pedí prestadas más cosas ni compré un termo porque este paso por Buenos Aires, que termina en menos de 24 horas, fue de apenas 10 días. 4 o 5 días de práctica con un método alternativo de cebado fue suficiente para que este mate esté rico, no me queme ni moje nada. Lo tomo y me doy cuenta de que lo disfruto.

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En ningún lado

Cuando me preguntan dónde vivo respondo que no vivo en ningún lado. No estoy canchereando, créanme. Es la respuesta breve más sincera que puedo dar y esa rareza me trae tantas angustias como alegrías. Puede ser que hagan eso todas las elecciones, esas marcas hondas de la singularidad.

Chatbots y pesimismo

Pasé gran parte de esta mañana preparando los documentos y capturas de pantalla para sobrevivir a las más de 12 horas de tránsito que me esperan mañana para llegar a Florianópolis. Los chatbots, los empleados que se esfuerzan por parecerse a éstos y mi modo cliente-ciudadana pesimista compiten por el podio en la carrera hacia el fastidio y la desesperanza.

Premisas insidiosas

Intento formular las premisas que éstas interacciones (o la ausencia de ellas) van reforzando insidiosamente.

1 – Todo lo que hagas (y cuando digo hagas me refiero a tipees/cliquees) puede y será usado en tu contra.
2 – Las empresas y Estados no paran de cambiar las reglas a las que te someterán con dudosa inflexibilidad segundos después de decretarlas. Es tu responsabilidad estar al tanto de todas ellas. No es su responsabilidad que los formularios tengan coherencia y cohesión gramatical, funcionen o permitan la expresión de la más mínima singularidad de algún caso.
3 – La interacción humana escasea aunque la cantidad de personas interactuando no deje de crecer.

Adultez y Desazón

Subo pdfs y capturas de pantalla a una carpeta en mi google drive. Certificado de hisopado de antígenos negativo, carta de cobertura médica, vuelo de salida, declaración jurada, lo que dijo la del chat que no se condice con lo que dice la web de check in, y así se me van ocurriendo más y más maneras de cubrirme ante posibles obstáculos y malas voluntades. Sé que soy buena en esto de prepararme para el oficial de migraciones/empleado de AFIP/empleado de aerolíneas/ más hostil que pueda imaginar. Prepararme para las interacciones robotizadas que definirán mis posibilidades de acción. Debo admitir que a veces me divierte competir contra la hostilidad del mundo con preparación de evidencia y planificación pero hoy estoy mucho más cansada que entretenida. Convertirse en un adulto funcional se me hace de una desazón deprimente.

  • Tras referirme a la definición de sazón esta frase se revela prácticamente oxímoron, lo que me parece de lo más elocuente.

Para qué me traen

No sé si responsabilizar al fin de año, a la pandemia o al vacío existencial inevitable por este ánimo tristón y pesimista con el que desperté también hoy, pero sé que el mate me ayuda. Además de los viajes a la olla para cebar el mate improvisado, interrumpen mis labores de burocracia digital algunos mensajes de Whatsapp. Mientras que espero algunos que no llegan, me sorprende la ternura y buena onda de un mensaje inesperado. Es de uno de los camarógrafos que vinieron conmigo a documentar el Eclipse. Ah, cierto, hablando de eso.

Eclipse y Reticencia

No me quedé más días en Argentina porque me daba miedo no poder salir. De hecho estuve reticente a venir hasta último momento, tenía miedo de quedar atrapada otra vez. Pero los organizadores del evento en torno al Eclipse del 14 de Diciembre en la Estepa Patagónica que vengo documentando hace casi dos años insistieron y a mí no se me da bien no terminar lo que empecé. La experiencia que tuvimos con mi equipo en el Eclipse da para su propio relato que ahora les ahorro a causa de las premisas insidiosas 1 y 2. De una de las mejores cosas que me (nos) pasó este año no nos conviene hablar.

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La cuestión del trato

Pero que no podamos hablar en público no significa que no lo podamos hacer en privado. El mensaje de agradecimiento de Dana que me interrumpe activa el recuerdo de nuestra reciente convivencia polvorienta que, contra viento (de hasta 60 km por hora) y pandemia, salió increíblemente bien. Las palabras sinceras son un mimo y un oasis en mi mañana de interacciones robóticas. Sí, la legalidad, la automatización y la eficiencia conspiran contra la calidez humana pero acabo de pasarme dos semanas liderando un equipo en convivencia y trabajo intenso. Pudimos hacer lo que nos pidieron y más. Nos trataron y nos tratamos bien. Nos fuimos mejores de lo que habíamos llegado. Es un montón, me digo. Es un montón. ¿Será que esta experiencia reciente acentúa ahora mi percepción de la hostilidad circundante? Al final lo que todes queremos es que nos traten bien. Con esa premisa coordiné nuestro trabajo (éramos 9) y parece haber dado resultado. ¿Cómo puede el mundo todo acelerar en sentido contrario? ¿Qué lo justifica? No consigo entenderlo.

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Escaparse no es viajar

El 18 llegué a Buenos Aires con pasaje de salida para mañana, 27. La idea era pasar Navidad con mi papá y familia y escapar antes de que ya no se pueda o de que llegue Enero y las aerolíneas, a pesar de todo, lo traten como temporada alta. No estoy especialmente entusiasmada con el viaje porque lo vivo como un escape para volver a recalcular. Está inmensamente definido por sospechas pesimistas, los trending topics de los últimos 10 meses y la inminente calamidad.

Deriva y Sentido

Yo quería no vivir en ningún lado y entregarme al viaje. En gran medida, muchas veces, lo conseguí. La apertura y el limbo de los últimos casi 5 años me regalaron aventuras inolvidables y alegrías genuinas. Esta etapa, sin embargo, me trae preocupaciones burocráticas y un resentimiento avergonzante hacia mi condición de Argentina que coexiste con la conciencia de mi buena suerte y privilegios. Mi optimismo estructural flaquea cuando todo lleva meses ininterrumpidos de puro empeorar. Pero gracias al mate ineficiente de las horas que preceden a mi próximo escape, gracias al mensaje de whatsapp que me mandó una persona libre del carácter de robot o empleado; me reencuentro con la clave que da sentido a la deriva que es vivir. Puedo seguir boyando con el norte de tratar y que me traten bien, escapar de la robotización y poner la eficiencia al servicio de las personas y no al revés.