Mi método personal para visitar ciudades.

Escribir listas y recetas no es mi fuerte, pero en este post voy a intentar desmenuzar mis estrategias para disfrutar de las ciudades filosofando lo menos posible (o lo estrictamente inevitable para mi carácter). Si no son de los que se leen el filosofeo, pueden ir directo al subtítulo: Las Estrategias.

QUE NO HACER

Antes de detallar cómo lo hago, empiezo por aclarar lo que NO hago cuando llego a una ciudad:

  • No hay obligaciones turísticas. No tengo que ver todo lo que sale en la Lonely Planet, no tengo que tener esa foto que todo el mundo tiene. No pasa nada si voy a París y no subo a la Torre Eiffel. Estoy segura de que miles de Parisinos jamás subieron. ¿Les dirías que no conocen París..?
  • No hago itinerarios. Si bien puedo tener una idea de lo que una ciudad puede ofrecerme, lo más interesante es ir al encuentro de las sorpresas, las coincidencias y los accidentes.

O sea que lo que intento NO hacer es presionarme o saberlo todo. Estamos en una era en que hasta las experiencias de viaje se han aproximado a la estandarización. ¿Acaso no son la novedad y el aprendizaje dos de las razones fundamentales por las que nos vamos a un lugar nuevo, diferente, lejos?

DULCE CONTRASTE

¿Qué es una ciudad? La definición no es demasiado precisa. Las características fundamentales de las ciudades son gran densidad poblacional, la presencia de una infraestructura y organización que hagan posible la vida cotidiana en esas condiciones; y poca o nula agricultura. En las ciudades priman los servicios y la industria. Se caracterizan por concentrar diversidad. En muchas hay barrios que se crearon con migrantes de uno u otro origen. En algunas nacieron culturas híbridas, producto del encuentro (o choque) entre otras anteriores. Hay variedad a lo largo y alto del espectro. Se puede encontrar muy bueno, muy caro, muy malo, muy barato y todo lo que existe entre esos polos. Al vivir viajando, la diferencia que hay entre estar en un nodo de alta concentración de recursos (y problemas, claro) y estar en un sitio con menos concentración de ambos se hace muy patente. Yo nací en Buenos Aires, una gran ciudad, una ciudad capital; y comprendo inconscientemente las luces y sombras que esta manera de amucharnos genera. Ahora que voy de un lado a otro me resulta mucho más fácil disfrutar de las ciudades y soportar, o gambetear sus sombras. En mi caso, los contrastes forman parte fundamental de mi capacidad de disfrutar. Se aprecia más aquello que no está disponible  permanentemente. Después de un par de meses en una isla paradisíaca, la posibilidad de ir al cine o al teatro se revisten de un valor extra. Es más, al movernos, nos damos cuenta de que a lo único que tenemos acceso permanentemente (con suerte), es a nosotros mismos.

A lo único que tenemos acceso siempre (con suerte), es a nosotros mismos.

LAS ESTRATEGIAS

La estrategia más importante tiene que ver precisamente con mi última conclusión. Uno mismo es el equipaje más importante de su viaje. Es prestándole atención a nuestros gustos y dificultades particulares que vamos a crearnos las mejores experiencias. Las ciudades, a diferencia de lugares más pequeños o remotos, suelen ofrecer una variedad de seres y submundos con la que fascinar, desafiar y complacer a nuestra singularidad. Acá van las actividades y trucos de las que se nutren a mis estadías urbanas:

 

  • Clases

    En todas partes intento tomar clases de algo físico. Así puedo compartir con quien sea sin necesitar hablar la misma lengua. Yoga es de lo más fácil de encontrar. En las ciudades grande me doy el gusto de entrenar danza contemporánea.

  • Bicicletas

    Amo trasladarme sin motores. Siempre que hay bicis públicas las uso, pero también estoy atenta a otras opciones, como botes por ej.

  • Con los locales

    Si uno no se mezcla con la gente del lugar, se pierde de casi todo. Algunas clases que no estén dirigidas a turistas son buenas oportunidades para eso pero también se pueden aprovechar plataformas como Meetup para encontrar grupos locales que se junten a hacer prácticamente cualquier cosa que nos interese también. Y a no olvidar que no hace falta hablar el mismo idioma para comunicarse.

  • Corte de Pelo

    A mi pelo no le importa en qué latitud estoy, crece igual. Como lo llevo en un estilo medio raro, intento esperar a estar en ciudades medianamente grandes para ponerme en manos de un estilista. Igual es divertido ver qué resulta cuando me arriesgo.

  • Errar

    Es mucho más difícil perderse allí donde ya conocemos. A mí me encanta aprovechar para hacerlo cuando llego a una ciudad por primera vez. Entrar en modo observación curiosa y estar desubicada. También está bueno es que las rutas por la ciudad la definan esas necesidades tan singulares como, ir a cortarnos el pelo, pasar por el mercado, comprar libros usados, ir a una clase de danza. Así me pasó en Madrid, que vi uno de los edificios más importantes de casualidad, en mi camino de danza al bus... como quien vive ahí. Los edificios, estatuas y rincones míticos son mucho más disfrutables y memorables como parte de un itinerario personal.

  • Cocinar

    Siempre que voy a una ciudad elijo un alojamiento con cocina y disfruto de pasear por el mercado. Además de comer a mi gusto y a menudo más barato, me propongo cocinar con al menos un ingrediente totalmente nuevo para mi. Claro que salir a comer y probar la comida callejera está buenísimo y es casi una obviedad recomendarlo.

  • Open Mic

    Si te gusta tocar, cantar, escribir, los micrófonos abiertos son buenos lugares para mezclarse con locales o semi locales (inmigrantes o viajeros semi instalados). También son buenos lugares para tomarse una cerveza y dejarse sorprender por el desfile de personajes que suben al escenario.

Lo Excepcional y lo cotidiano

Hay dos polos entre los que pendula mi nomadismo: lo excepcional y lo cotidiano. La capacidad de apreciar y adaptarme a las posibilidades que cada polo va ofreciendo define mi viaje. A qué; me refiero... Desde sorber un coco recién caído o bajado sentada en un tronquito hasta hacer indoor skydiving porque... ¿cuándo más voy a tener esa oportunidad? Desde taquear parada en la calle hasta meterme a bucear bajo el suelo de la selva porque hay poquísimos lugares en el mundo en que eso es siquiera una posibilidad; cada destino, cada entramado circunstancial ofrece combinaciones únicas de lo excepcional (los cenotes, la tecnología para hacer paracaidismo bajo techo en un mall, las olas perfectas) y lo cotidiano. La tarea fundamental es prestar atención, recordar que ningún entramado de posibilidades es para siempre y disfrutar de lo excepcional y lo cotidiano que cada día, cada lugar nos ofrecen.