New Orleans: flood watch y cocodrilos evacuados

Desde antes de mi llegada a Lancaster, Amelia y yo teníamos la idea de ir juntas a New Orleans unos días. Mientras transcurría el mes que me pasé en su casa, no quedaba claro si lo íbamos a lograr. La idea original era ir en auto pero como era difícil para ella disponer de días suficientes, también consideramos ir en avión. Lo que pasa es que un auto es siempre muy conveniente en USA, todo el mundo tiene uno y los sistemas de transporte público no funcionan bien. Sin embargo, ella sentía que el suyo no estaba en condiciones para un viaje tan largo. Casi hasta último momento dudábamos de que se alinearan los planetas para nuestro roadtrip. Pero finalmente ella encontró en el calendario escolar un feriado que le dio unos cuantos días libres (es maestra), compró el auto de un amigo que se iba justo a vivir a Belize por 2 años y nos preparamos para nuestro roadtrip a lo Thelma y Louise, chochas de la vida. Después de 12 horas de manejo y noche en Nashville de por medio, llegamos a New Orleans en un momento bien particular.

Yo te avisé

Fuimos a New Orleans buscando aquello que la hace un destino tentador y que la ciudad le debe a su histórica mezcla de razas y naciones: buena comida y buena música. Pero nos tocó llegar a un panorama completamente distinto. El carácter de un pueblo no suele estar en las cosas que se publicitan de él a los turistas. No está en el producto estrella de sus campos o refinerías, tampoco en sus calles más decoradas y mantenidas. Está en su historia y cómo ésta configuró a sus habitantes. La primera vez en mi vida que escuché nombrar a New Orleans, fue porque la había destrozado un Huracán. Amelia y yo llegamos a una New Orleans que esperaba una tormenta tropical que podía transformarse en huracán y estaba bajo alerta por inundación. Aunque el anfitrión de nuestro Airbnb nos decía que no pasaba nada, el bombardeo paranoico ilustrado con modelos 3d y 4k en la tele nos llegó a asustar un poco. En circunstancias como ésa se activa en mi mente un pensamiento algo fantástico y bastante insidioso. Se parece a pensar algo así como que me merezco un huracán. Porque… qué me creo yo… “que puedo dar vueltas por el mundo gambeteando desgracias?” Esas voces que te dicen para qué irte de viaje, para qué arriesgarte, suben su volumen y preparan el “yo te avisé” en la punta de la lengua. Es irracional, un poco fantástico y bastante contrario a mi ideología pero ahí está, vive en mi.

Refugiadas y Alertas


  • Refugiadas y alertas, dedicamos el primer día a descansar y a grabar un video para un cliente mío, del que Amelia fue la protagonista estelar. Por esos maravillosos accidentes del destino la paleta de colores de nuestra habitación de airbnb combinaba perfectamente con el producto y con el vestuario que habíamos elegido al empacar. No nos aventuramos más que unas cuadras a por un Po-boy y un Gumbo, ambas comidas típicas de la región; que disfrutamos refugiadas en nuestra colorida casona de madera. El resto de la tarde lo pasamos investigando qué podíamos hacer al día siguiente… siempre y cuando el huracán nos dejara vacacionar. Spoiler: Nos dejó, va este mapa con todos los lugares que visitamos:

Cultura y Comida

  • Arrancamos el día positivas y con un desayuno exquisito de una panadería artesanal que teníamos muy cerquita: Laurel street bakery. Allí volveríamos día tras día, atraídas por un amplio menú de exquisiteces y un trabajador simpatiquísimo que insistió en que nos sacáramos una foto juntos, al enterarse de cuán lejos venía. Había eso sí, un detalle, huracán o no, se la pasaba lloviznando, cosa que complicaba algunos planes. Obstinadas como buenas viajeras con pocos días, nos fuimos al museo de arte de New Orleans. Sabíamos que tiene un jardín lleno de esculturas y pensábamos correr hacia dentro del gran edificio en cuanto la lluvia se pusiera demasiado intensa. Algo importante a tener en cuenta es que no probamos ningún servicio de transporte durante nuestra estadía en New Orleans porque estábamos viajando en el auto de Amelia. Fieles al American way, teníamos nuestro propio set de ruedas y lo recomiendo. La ciudad es baja y expandida: ir de un lado al otro nos llevaba de 10 a 20 minutos de auto.

Paseamos por el jardín de esculturas como una hora. Como lloviznaba había poca gente dando vueltas y el verde que nos rodeaba a nosotras y a las obras de arte adquiría una intensidad magnética. Sacamos miles de fotos, jugamos y observamos en silencio. La saturación del verde, el olor a parque mojado, el ruidito seco de la llovizna pegando contra nuestras camperas era exquisito. Siempre que me encuentro disfrutando de la lluvia así casi sin querer me pregunto cómo puedo volver a olvidarme y caer en la pereza de cancelar planes porque llueve. Gracias viaje corto, gracias itinerario apretado. Hasta que se puso a llover más copiosamente. Corrimos lo más rápido que pudimos hasta el museo y nos dispusimos a entrar. No estábamos empapadas pero sí húmedas. Ni bien entramos, el frío exagerado del aire acondicionado nos penetró hasta los huesos. Nos miramos y descubrimos que, afortunadamente, estábamos de acuerdo. Era imposible disfrutar de nada con ese frío así que el aire acondicionado nos canceló la visita al museo. Nos subimos al auto, otra vez corriendo y nos dispusimos a ir a hacer el siguiente mejor plan que se nos ocurría: comer!


Planes B

Después de comer la lluvia seguía sin aflojar y nosotras sin secarnos, así que volvimos a casa. Cuando no viajo sola, mis compas de viaje son un destino en sí mismo. Amelia y yo no nos desanimamos por las condiciones climáticas, sino que decidimos disfrutar de nuestro airbnb y la una de la otra. Mientras mirábamos por la ventana lo que el cielo nos deparaba para la noche, buscamos actividades bajo techo para esa noche. Así googleando y googleando encontré un centrito cultural llamado Zeitgeist.

  • Se veía bastante chico e independiente, justo como me gustan a mí. Esa noche pasaban dos películas. Plan b más sólido imposible. La noche fue de lluvia copiosa y frío y el centro cultural adorable. Me di el gusto de hojear libros independientes y mirar una película en pantalla grande tirada en un sillón con Amelia y tapadas con una manta.Después de la peli, aunque todavía lloviznaba, nos obligamos a ir a Frenchment St. a escuchar un poco de música. Dimos unas vuelta por Café Negril y DBA. La música estaba bien buena en DBA pero quizás porque era temprano o por las inclemencias climáticas; no terminaba de haber un ambiente festivo en la famosa calle de la música. Desistimos medianamente temprano, todavía teníamos varios días para regresar a Frenchmen St.

Máscaras y Ácaros

Sí, me encantan las palabras esdrújulas, esas que acerca el castellano a lenguas más ásperas, je. Qué gusto que lo mejor de nuestro tercer día fueran justamente máscaras y ácaros. Para resumir, llovió. Nos refugiamos tres veces, breves caminatas mediantes. El primer refugio fue una tiendita de máscaras artesanales que nos robó el corazón. Estuvimos boludeando con las máscaras un montón de tiempo y el dueño soportó nuestro boludeo sin quejarse, muy simpático, contándonos la historia de la tienda y algunos de los artesanos cuyo trabajo se exhibe ahí. Obviamente, terminé comprando dos máscaras mientras me preguntaba cómo carajo podía justificar semejante compra una chica nómade que no se permite ni un par de zapatos – o sea yo. Estaba claro que terminaría regalándolas.




El segundo refugio fue una librería de libros usados. Qué placer más europeo meternos entre hojas amarillentas y postales viejas mientras veíamos llover por la ventana. Nadie más entró. Yo tengo debilidad por los pequeños negocios atendidos por sus dueños y New Orleans me estaba regalando bastante de eso. Intuir el carácter de quien sostiene ese espacio para que uno entre improvisadamente a pasar el tiempo me da mucho gusto. Amelia se compró varias postales viejas que la ayudé a elegir. Yo saqué fotos. Nos dio hambre.

En lo de Muriel

El tercer refugio fue un poco narcisista. Elegimos un restaurante que se llama Muriel’s porque era muy lindo, tenía buenas reseñas y, bueno, se llama como yo. No era barato pero, después de probarlo, tampoco era tan caro como podría haber sido. Pedimos tres platos, estaba uno más bueno que el otro y nos quedamos más que contentas. Le dijimos al camarero que el restaurant se llamaba como yo y nos regalaron una salsa con mi nombre en la etiqueta. Muriel es un nombre muy común en Francia y el restaurant era francés, cosa muy esperable del barrio turístico e histórico de New Orleans.

Es que esta ciudad fue francesa prácticamente todo el tiempo entre su fundación y 1803, cuando Napoleón se la vendió a Estados Unidos. No soy Wikipedia para ponerme a contarles los periplos migratorios, esclavistas, comerciales y huracanados que forman parte de la historia de la ciudad pero es sin duda una historia agitada sobre la que está bueno leer. Y si leer no es lo suyo hay películas muy buenas que cuentan un poco de los comienzos esclavistas y la reciente reconstrucción de este bonito lugar. Dos ideas: Entrevista con un vampiro y Django Unchained.

Febo asoma

Nuestro anteúltimo día en New Orleans finalmente vino con sol de regalo. Desayunamos en casa y nos fuimos al Parque de la Ciudad, parada indispensable según Internet que nos interesaba por lo barata y soleada. Alquilamos una bicicleta tándem, la primera a la que me subí en la vida y le dimos la vuelta al parque dos o tres veces. Es muy lindo y parece que suele tener programación como clases de yoga, conciertos, etc. etc. Nosotras no tuvimos la suerte de coincidir con nada (al fin y al cabo había alerta de huracán no?) pero disfrutamos de tomar sol y sincronizar nuestras pedaleadas. Después volvimos al Distrito Francés, encontramos una tienda increíble con ropa de época irresistible, paseamos por galerías de arte y nos comimos unos panchos en el famoso DAT Dog (sobrevaluado y malvadamente picante según nosotras).

A la noche volvimos a Frenchmen St. a donde esta vez encontramos una muy buena banda de jazz tocando en The Spotted Cat y muy buen ambiente. A esta altura se nos había unido una amiga de Amelia de Nashville que se escapó por el fin de semana. Lo mejor de todo es que el pronóstico parecía prometernos una despedida de New Orleans a puro kayak por el Bayou.

Cocodrilos evacuados

  • Es mucho mejor llegar con huracán e irse con sol que al revés. Nuestro último día fue un perfecto día de sol y nos lo pasamos kayakeando por el bayou. Una de las cosas que se supone que veríamos eran cocodrilos, pero según nos dijo el hombre que nos alquiló los botes, la intensa lluvia y consecuente crecida habrían hecho que los cocodrilos se retiraran por unos días. No nos importó, nos llevamos snacks para hacer una parada nutritiva entre los árboles y nos despedimos de New Orleans con broche de oro. La noche fue vino y una breve dormida de 4 horas antes de irme al aeropuerto para seguir viaje hacia Nicaragua.