Cotidianos Transitorios

Viajando uno conoce gente nueva todos los días. Muchos preguntan: “¿Estás viviendo acá, o de vacaciones?” Me escapo de la disyución exclusiva. “Estoy de viaje”, respondo.

Llegar / Instalarse

Durante mi primer mes de viaje me quedé apenas en dos destinos. 11 noches en Dominical y como 18 noches en Cocles, a 2km de Puerto Viejo. Me gusta este ritmo de viaje, que me permite crear un cotidiano transitorio en cada lugar.
Al llegar a un nuevo sitio, estoy desorientada. No sé a dónde me conviene ir a comprar o qué transportes públicos hay y dónde se toman. No tengo idea si esperar amabilidad de los rostros que cruzaré, o todo lo contrario. Tan pronto como 2 o 3 días después, si todo va bien, mi sensación es completamente otra.
Como escribí en su momento (leer), lo cotidiano y su tibieza, su sensación de cálida seguridad, es un tema que me interesa mucho hace años.
Pero, ¿de qué se construye esta sensación de familiaridad en tan poco tiempo?

Material de cotidiano

Relaciones, reiteraciones, confianza. Saber nombres, escuchar historias, entender quién es quién. En gran medida la familiaridad está hecha de información sobre las personas y las dinámicas del lugar. En Costa Rica hay una expresión muy común que es “conoce”. Se usa tanto como nosotros usamos el “claro” pero significa algo más, algo como “usted sabe, está al tanto”.

Viví 18 días en casa de Silvia en Cocles, a cambio de diseñarle una web para su nuevo proyecto. Ahí, los monos me despertaban a las 4 de la mañana y compartía mi habitación con varias ranitas adorables. Podía practicar yoga con Silvia a las 6 antes de que se levantara el calor, a veces íbamos juntas a practicar con una vecina cuyo marido argentino me cortó el pelo. Tenía una bici para irme hasta el pueblo (2km) o a cualquiera de las playas vecinas a lo largo de la costa Caribe Sur de Costa Rica. Compartí tardes con un surfista que trabaja sobre Cocles (nicaragüense huérfano que se metió en Costa Rica a los 9 años y se crió en la playa) y con otra vecina a la que conocí en el mar. También participé de la compra de la primera cámara de fotos de un nuevo empleado de una millonaria retirada en Puerto Viejo. Se la compró como forma de pago (así como yo trabajé por la Macbook el año pasado). Cruzamos la frontera en comitiva disparatada y compramos la primera cámara de Diego en Changuinola, Panamá. Otro día Diego me invitó a conocer una cascada pequeña y desconocida en Cahuita, su pueblo natal. A mí se me ocurrió usar ese paseo para darle su primera clase de fotografía con su flamante cámara.

Diego y yo en su primera lección de foto

Diego y yo en su primera lección de foto

Ahí fuimos, y esas experiencias inaugurales compartidas se tradujeron en una cercanía tan rápida como bonita.

Por eso me gusta tanto trocar trabajo por vivienda. Lo disfruto mucho más que alquilarme una habitación. Requiere un esfuerzo, claro, tengo que adaptarme a quien me recibe. Pero la experiencia de ser no sólo testigo sino invitada al estilo de vida de mi anfitrión/a y su red local es algo que no tiene precio. Compartir la vida cotidiana, reír con personas sumamente diferentes unas de otras, saber dónde está quien a qué horas, dónde se come rice and beans barato y rico, acceder a las opiniones formadas por interlocutores que viven en un lugar hace decenas de años… todo eso construye un cotidiano transitorio.
Además de entrar en el entramado social, para mí la cotidianidad tiene mucho que ver con tener autonomía, así que acceder a una cocina y a una bicicleta son aspectos claves de sentirme instalada.

Tiempo para encontrarse

Me sorprendo cada vez de lo rápido que soy capaz de tener esa sensación de cotidianidad en un lugar nuevo. Pero por muy rápido que suceda, no es posible que aparezca si no dispongo del tiempo para permanecer allí todo lo que quiera. Mucho más importante que el tiempo que efectivamente pase en cada sitio, es tener la disponibilidad. Para conocer a alguien, charlar, descubrir las cosas bonitas que nos dan ganas de compartir o en las que podemos colaborar y hacer tiempo para ellas, requiere disponibilidad. No es posible si tras dos palabras estoy diciéndole a mi nuevx amigx que me voy pasado mañana. Ni siquiera se da lugar a que aparezcan las ganas.
Viajar armando cotidianos transitorios es más lento, pero tiene un efecto hermoso: cada lugar visitado y compartido con locales suele transformarse en un lugar a donde volver.