Almas en llamas

Fue una coincidencia, pero también fruto de mis obstinados esfuerzos por intentar comunicarme con Kadek, quien prácticamente no habla inglés, mientras me llevaba al pueblo en su motito. Pasábamos junto a una pequeña calle a apenas 500 metros de mi hospedaje cuando noté que había más gente y actividad que de costumbre. Señalé y ensayé una pregunta. El respondió en su inglés de palabras sueltas: “Ceremonia grande. Mañana. Tú puedes foto.” Me entusiasmé aún sin imaginar cuán grande iba a ser eso. Durante los siguientes 4 días, fui testigo de la multitudinaria ceremonia que la comunidad de Sebunibus, en Nusa Penida, organiza cada 5 años para enviar las almas de sus seres queridos a los Dioses. Siempre digo que viajar lentamente tiene sus premios; también los tienen los esfuerzos obstinados de comunicación. Esta experiencia fue uno de ellos.

Día 0

Desperté a las 7 de la mañana sin esfuerzo y con ganas, tomé un café y le pedí a Kadek que me llevara a la ceremonia. Tenía mis dos cámaras y estaba entusiasmada y lista para disparar. Llegamos en sólo 5 minutos de moto. Entonces me di cuenta de que el predio en que se realizaría la ceremonia estaba justamente sobre la calle en la que había visto toda la actividad la mañana anterior. A medida que uno se adentraba, la calle angosta se convertía en un terreno sin pavimentar en donde muchas personas estaban ensamblando y decorando estructuras de bambú. Me di cuenta de dos cosas: Primero, que podría haber caminado hasta ahí. Segundo, la ceremonia no comenzaba aún. El que creí que sería el Día 1 era en realidad el Día 0, de preparativos. A esa altura ya estaba acostumbrada a los malos entendidos en Indonesia, de modo que no me sorprendí ni desilusioné. Le dije a Kadek que volvería caminando y decidí quedarme a echar un ojo. Hombres de todas las edades estaban trabajando juntos. Algunos estaban más ocupados, mientras que otros parecían estar esperando su turno. Todo sucedía con el ritmo relajado y algo caótico al que la isla ya me tenía acostumbrada.


Esfuerzo Colectivo

  • Observando y sacando fotos, comencé a jugar a adivinar el significado de los símbolos y estructuras. Los balineses son por lo general amigables y muchos posaban espontáneamente para la cámara mientras se esforzaban por darme información clave sobre lo que estaba observando ya que, en este punto, todavía no tenía ni idea de qué se trataba la ceremonia. Lo primero que noté fueron unas estructuras con forma de animales dispuestas en filas. Había docenas de ellas, pero también bastante espacio libre que parecía estar esperando que llegaran más. La mayoría eran rojas pero las había también negras, blancas y amarillas. Estaban muy decoradas y tenían ofrendas entre sus patas delanteras. Algunos tenían retratos de personas ahí mismo entre las ofrendas; lo que me llevó a pensar que la ceremonia tenía algo que ver con miembros fallecidos de la comunidad.



  • Un hombre, al verme mirar, me dijo: “lembú”. El no contaba con las palabras para darme más información pero me aseguré de recordar esa. Había también dos grandes rampas de bambú en el centro del predio y una estructura pelada que fueron decorando hasta transformar en una preciosa cúpula mientras yo tomaba las primeras fotos. Mientras que los más habilidosos terminaban los detalles, aquéllos que habían estado esperando se alistaban para levantarla y llevarla a su posición final en la punta de una torre. Usaron las rampas de bamboo para colocarla sobre una estructura alta y, como todo lo que sucedería en los días subsiguientes, lo lograron en conjunto. Algunos cientos de fotos más tarde, me sentía lista para descansar y descargar el material. Pero antes de irme, otro hombre con un poquito más de vocabulario en inglés balbuceó: “Fuego” y “Cremación”. Comencé a caminar hacia mi habitación repitiendo la palabra “lembú” para adentro.

Pronóstico Wikipedio

La palabra Lembú resulto ser un gran punto de partida para mi investigación online. Me llevó inmediatamente a conocer el nombre de la ceremonia: Ngaben. Wikipedia fue mi principal fuente de información. Rápidamente me enteré de que éste es el funeral para los Balineses. Los Lembús eran descritos como sarcófagos en que los cuerpos y ofrendas se colocaban para su cremación. Lei también que las torres que había visto en construcción se llaman wadahs. Wikipedia explicaba que aunque es preferible realizar el Ngaben en seguida después de la muerte, muchos muertos son enterrados temporalmente mientras las familias reúnen los fondos para la ceremonia. También decía que muchas comunidades organizan Ngaben comunitarios para permitirle a la gente humilde acceder a la ceremonia. Estaba casi segura de que este último era el caso: yo estaba presenciando el Ngaben colectivo de la comunidad de Sebunibus, en Nusa Penida. Había una cosa que me costaba todavía entender. No parecía haber cuerpos en los lembúes que yo había visto esa mañana. Había, sin embargo, notado un cementerio pequeño y precario sobre un lado del terreno y a gente caminándolo y dejando ofrendas. Si Wikipedia tenía razón, los cuerpos serían desenterrados y colocados en los lembús. No lo creía. Mientras se descargaban las fotos, yo sacudía mi cabeza pensando: “quizás ya tienen una versión más moderna y simbólica de la ceremonia” Claramente, no tenía ni idea.

  • Si Wikipedia tenía razón, los cuerpos tenían que ser desenterrados y colocados en los lembús.

Cuerpos en Acción

A la mañana siguiente, Pasku me llevó a la ceremonia antes de ir al centro de buceo en que estaba trabajando. Después de todo lo que le había contado la noche anterior, él también sentía curiosidad y le hubiera gustado quedarse a ver. La escena era ya muy distinta a la del día anterior y se podía sentir que la ceremonia había comenzado. Eran apenas las 7 de la mañana y el predio ya estaba repleto de gente de todas las edades que, afanosos, se movían al ritmo de los gamellans (metalofones balineses) que sonaben incansablemente desde una sombra. Muchos llevaban camisetas idénticas, como si conformaran equipos. La mayoría estaban sobre el cementerio. Sí, estaban desenterrando los cuerpos. Wikipedia tenía razón Rodeaban las tumbas en grupos de entre 6 y 12 personas para remover la tierra y sacar los cuerpos, convenientemente envueltos en telas. Inmediatamente después de retirarlos, los vi colocar ofrendas en las tumbas y rellenarlas con tierra. Mientras tanto, los restos eran desenvueltos, ordenados en canastas o bandejas y limpiados con agua aromatizada con pétalos o hierbas. Colocaban además una tela clara a modo de techito sobre el subgrupo que se ocupaba de la limpieza. Vi un grupo en que todas extendían las manos para tocar el cráneo y cantaban mientras le echaban el agua aromatizada.



  • Sí, estaban desenterrando los cuerpos.

No pude evitar recordar el funeral de mi mamá y comenzar a identificar las diferencias con lo que estaba viendo.Para empezar, todo el mundo estaba ocupado en alguna intensa actividad física bajo el sol ya caliente de la mañana. Había quienes estaban serios pero no vi a nadie llorar. Muchos conversaban y reían con naturalidad pero sobre todo estaban activos, sudando, poniendo sus cuerpos para enviar las almas de sus seres queridos al “cielo”. Los envidié. Nadie estaba solo. Nadie ignoraba lo que tenía que hacer. Metían sus manos en la tierra, en el agua y sobre los huesos con total confianza. Aquello que me había parecido improbable al leerlo en Wikipedia el día anterior, era normal para esta comunidad para la que la religión constituye una actividad cotidiana (Todos realizan en sus casas y espacios de trabajo, 5 ofrendas al día). La principal emoción aquí no era la tristeza. Pensándolo bien, las raíces latinas de la palabra emocion significan fuera (e) y mover (movere). Aquí estaban todos en movimiento y moviendo cosas, huesos, ofrendas y lembús. Recordé entonces el mes durante el cual vacié la casa de mi infancia en la que viví 18 años y en la que mi mamá murió. Ese mes agotador de pura actividad práctica en relación directa con su muerte me habían ayudado a procesarla más que ninguna otra cosa. Mundos aparte, relacioné esa experiencia con lo que estaba viendo. A pesar de que todo el mundo estaba absoluta y físicamente involucrado con sus actividades en una de las ceremonias más importantes de su calendario, no se respiraba solemnidad. Lo que veía era pura acción y colaboración mientras el predio seguía vistiéndose de símbolos y ofrendas cada vez más coloridas. El resto del día habría más música en vivo, danza tradicional, ofrendas y preparación de los cuerpos.

Lo que veía era pura acción y colaboración mientras el predio seguía vistiéndose de símbolos y ofrendas cada vez más coloridas.

Escalera al Cielo

Sabíamos que el último día de la ceremonia sería el más importante, aquél en que se haría la cremación. Por suerte, Pasku no tuvo que trabajar y pudimos ir juntos a ver la culminación. Llegamos al predio curiosos por la logística de la hoguera masiva. Cómo se asegurarían de que fuera segura? Qué clase de hermoso y colorido ritual constituiría el preludio a la cremación, persuadiendo a los Dioses de recibir a las almas en llamas? Yo sospechaba que involucraría las wadahs (torres de bambú) porque había visto como las construían cuidadosamente el primer día y todavía no había visto su momento en la ceremonia. Había más gente que nunca y los gamellans sonaban sin cesar. Todo el mundo llevaba su sarong (faldas), los hombres con los pañuelos a modo de sombrerito y las mujeres con sus camisas de encaje y sus fajas en la cintura, cargando ofrenda tras ofrenda sobre sus cabezas. Como si el clima quisiera ayudarlos a incendiarlo todo, era el día más caluroso en semanas. Ni bien llegamos me di cuenta de que había adivinado. Había dos wadahs en el centro del predio y las rampas de bamboo, acomodadas para subir hasta ellos, habían sido además vestidas con telas amarillas y blancas. La primera parte de la mañana vimos cómo movían los lembús hacia el fondo del terreno. Una vez despejado el espacio central, los grupos se organizaron para subir los cuerpos a los wadahs. Los cuerpos habían sido limpiados y estaban envueltos en telas nuevas y limpias. Cada uno tenía un cartelito que parecía identificarlo. Consideré por un momento cuán complicado podía ser eso, sabiendo que todos los Balineses comparten un puñado de nombres que se les asignan según el orden de nacimiento en su familia.


  • Al llevar los cuerpos, todos estaban protegidos por paraguas o parasoles. Había un pasamanos de hombres vestidos del mismo color que subían los cuerpos a las torres. Los de una torre iban de rojo, y los de la otra de negro. Me pareció que eso tenía que tener un significado. Más tarde me enteré de que cada torre es para una casta, lo cual también explicaba el hecho de que una acogiera muchísimos más cuerpos que la otra y estuviera lista para el siguiente paso varios minutos antes. La roja era para la casta más baja, por eso tenía más cuerpos. Lo que siguió fue el momento más impactante y movilizador. La música cambió y los hombres de rojo y negro bajaron, retiraron las rampas y se organizaron debajo y alrededor de la base de las torres que consistía en una cuadrícula de bambú. De pronto, ambas torres se elevaron en el aire y comenzaron a bailar juntas. Fue increíble. Calculo que cada una tendría al menos 50 hombres moviéndola sincronizadamente.

  • Me conmovió ver la fuerza física colectiva en acción. Las torres se balanceaban y giraban, los hombres sudaban y el polvo se levantaba del suelo.

Sobre la base de la torre, dos hombres con micrófono y un par de músicos alentaban, dirigían y tiraban agua a los manipuladores. Había también niños maquillados atados a la punta de cada torre. Vestían de amarillo y llevaban unos palitos con plumas y telas que agitaban como banderas. Pero lo que me conmovió fue ver la fuerza física colectiva en acción. Las torres se balanceaban y giraban, los hombres comenzaban a sudar y a levantar el polvo del suelo. Por momentos gritaban también. Estábamos parados a apenas unos metros de ellos y podíamos sentir su euforia al crear esta poderosa y significativa danza juntos. La danza de las torres terminó con éstas trasladadas hacia el fondo junto a los lembús. Me sorprendió ver cuán rápido comenzaron a bajar los cuerpos nuevamente. Era momento de poner cada uno en su ataúd – los lembú – para luego cremarlos. Todo ese esfuerzo, toda esa organización había sido para unos minutos de magnífica danza colectiva.

Abundacia y Llamaradas

Llevaron cada cuerpo a su lembú. Toda la multitud se acomodó al fondo del terreno, en los parches de sombra que había alrededor de las dos hileras en que estaban dispuestos los lembús. Mientras nosotros, también, buscábamos sombra;las ofrendas comenzaron a inundarlo todo. Venían, coloridas y adornadas, bamboleándose sobre las cabezas de las mujeres. Era un mar de ofrendas interminables: ropa, dinero, comida, flores, todo. Llegaban y se distribuían en los ataúdes pero me dio la sensación de que esta operación debía además ser bendecida por miembros del clero. Me senté a descansar bajo un árbol. Tenía calor y estaba cansada. Los ojos casi me dolían de tanto color y asombro. Me reí de mí misma, registrando la cantidad de energía que ellos estaban poniendo en el Ngaben. Seguían ocupados, organizando lembús y ofrendas; preparándolo todo para la cremación. Por supuesto, me dije. Esto es una fiesta. Es una celebración de la liberación de las almas. Es un regalo (o miles de ellos) que los vivos hacen a sus muertos. Volví a envidiarlos brevemente. Pasó probablemente otra hora de organización antes de que encendieran el fuego. Al hacerlo, gritaron. Pasku me dijo que se estaban despidiendo. El calor de la hoguera gigante me hizo retroceder unos pasos. Luego de los primeros gritos hubo silencio y quietud for primera vez en muchos días. Llegaba finalmente el momento de que ellos, como las almas en llamas, descansaran.

  • Las ofrendas comenzaron a inundarlo todo.
Luego de los primeros gritos hubo silencio y quietud for primera vez en muchos días. Llegaba finalmente el momento de que ellos, como las almas en llamas, descansaran.