Caribe toma 1

El título de este post delata mi retraso editorial y adelanta una de las curvas improvisadas de mi trayectoria. Toma 1 sugiere que habrá más tomas del Caribe Mexicano, y las habrá. No puedo ni quiero evitar que el presente desde el que escribo (Es febrero y estoy sentada en una terraza en Playa del Carmen!!!) se cuele en mi relato del pasado reciente. De esta manera escribo más natural y honestamente, sin pretender que escribí esto antes cuando no sabía lo que ahora sé. Los lugares que visitamos quedan en nuestra memoria íntimamente ligados a las experiencias que allí nos toca tener. Pero cuando los visitamos más de una vez, estas experiencias se combinan y apilan como una deliciosa torta milhojas o una colorida roca sedimentaria (a ésta no conviene darle un mordiscón); las impresiones se mezclan y es más complicado describirlas. Aunque intentaré ir en orden, prefería confesar la dificultad que mi retraso editorial representa en este caso.

Playa del Carmen: ganas de huir

Llegué a Playa del Carmen sabiendo que me iba a costar la adaptación. Puerto Escondido había sido un refugio acogedor y barato, tenía la escala que prefiero y unos precios ridículamente accesibles. Playa, en cambio, es la segunda ciudad del Caribe mexicano, un importante destino turístico internacional plagado de resorts y negocios corporativos que ya sabía me iban a espantar. Pero también es un gran epicentro de buceo y yo llegaba con mi flamante certificación Open Water, no podía perderme la experiencia de un mar más transparente y tranquilo ni uno de los arrecifes coralinos más grandes del mundo. Además, la Riviera Maya recibe su nombre de los ríos subterráneos que la recorren. A los accesos verticales a estos ríos se los llama cenotes y enloquecen a muchos buzos. Yo no sabía si me iba a animar a probar el buceo en cenote, pero sabía que era una oportunidad que tenía que pensar bien antes de desperdiciar. Por todo eso había decidido finalizar mi paseo mexicano en el Caribe, hacer el curso de buceo Advanced y luego volar desde Cancún a Costa Rica el 30 de Noviembre.

Para mi sorpresa estaba fresco en el Caribe. Me alegré de no haberme deshecho de mis zapatillas adquiridas en Chiapas. A mis pobres expectativas sobre Playa del Carmen se sumaron un dolor de cabeza y estómago suaves pero constantes. Ni bien llegué quise irme corriendo a alguno de los pueblos cercanos más pequeños pero sintiéndome así era difícil. Pasé 3 días en Playa siendo cuidada por Gerard, un anfitrión de couchsurfing que contacté por fuera de la plataforma porque otras viajeras me habían conectado directamente con él ya desde Palenque. Intentaba decidir a dónde iba a irme y cuándo. Uno de mis objetivos era hacer el Advanced, pero el advanced toma entre 2 y 3 días y no quería estar obligada a estar tantos días seguidos en Playa, me urgía escapar del tumulto de la 5ta avenida y el exceso de publicidades y comercios. Siempre podía volver, el transporte en el Caribe es fácil, los buses y vans tienen bastante frecuencia. Por otro lado, los precios de alojamiento son considerablemente más altos que en la costa oaxaqueña y mi proyecto online acababa de terminar. Siendo que no me gusta estar en hostels mucho tiempo, tocaba encontrar un intercambio. Sin embargo, esta vez no tenía tantas noches para pedir a cambio (Volaba a Costa Rica a fin de mes), así que tenía que ofrecer algo que pudiera hacer rápido. Lo ideal sería fotos. Mientras malabareaba con todas estas circunstancias en mi cabeza, miraba alojamientos en todos los pueblos cercanos. Sabía que Tulum es famoso por ser bonito pero buscando en airbnb me daba cuenta de que estaba super caro. Pagar algo para mí sola ahí era ridículo. Además, el pueblo de Tulum está a algunos km de la playa. Yo no quería estar lejos del mar para nada y los alojamientos sobre la playa eran todavía más caros. Quería mi privacidad y acceso a una cocina que tan feliz me habían hecho en mis días oaxaqueños. En la búsqueda errática, encontré a una anfitriona de airbnb que parecía manejar varias cabañas sobre la playa que eran exactamente lo yo quería pero demasiado grandes y caras. Le pregunté por mensaje privado si ella conocía alguna opción de esas características para una persona sola. Me respondió que sí, y me pasó el precio por noche. Seguía siendo demasiado. Desde un deck en el cenote Jardín del Edén al que fuimos a pasear con Gerard y Salvatore (amigo de Gerard), me tiré el lance de preguntarle a esta intermediaria si al dueño no le interesaría un intercambio por fotos. Paulina no sólo me respondió que sí, que fuera directamente y me estarían esperando; también se las arregló para pasarme el número de Richy por mensaje dentro de airbnb a pesar de las muchas restricciones del sitio que dificultan la comunicación de los individuos por fuera de la plataforma.

Un intercambio Simple

Cuando Richy me pasó la dirección por Whatsapp, me enteré de que estaba arreglando el intercambio con un restaurant. El taxi que me llevó del pueblo al punto del camino a Bocapaila en que está ubicado Simple me cobró muy caro y pronto aprendí que para moverme en Tulum sería a ride o ride. (Pensaba estar muy pocos días como para intentar gestionarme una bicicleta).

El taxi me dejó en la puerta de Simple, que estaba cerrado. Tímidamente, me abrí el portón de chapa e intenté llamar la atención de alguien una vez en el salón. Richy tardó pero salió. Se sentía mal así que prefería hablar mañana. Me indicó a dónde podía acomodarme y volvió a refugiarse en su casa con sus perros. La cabañita en la que iba a quedarme estaba atrás del restaurant, era muy linda y tenía baño privado y hasta una mesa para trabajar. No tenía claro todavía qué fotos iba a querer Richy, pero tenía que esperar. Sin mucho más que hacer, solté mis cosas y caminé a la playa con el cuatro. Para llegar a la playa crucé la calle y tuve que meterme por entre las palapas (construcción con techo de palma) blancas adorables de alquiler de uno de los muchísimos “eco hoteles” de la zona. No hay bajadas públicas, pero muchos hoteles te dejan pasar porque tienen restaurant sobre la arena. La zona era hermosa pero cara: Tulum es un epicentro del buen gusto y el sobreprecio. Menos mal que había buscando un intercambio.

Sorpresa y media

Ya en la playa con mi botellita de agua y mi cuatro me dediqué a mirar el perfecto mar turquesa que tenía en frente. Me senté a cantar y disfrutar del tiempo de ocio mientras caía la tarde a mis espaldas. Se extraña el atardecer cuando se está en el Caribe. El mar de los amaneceres es más turquesa, caliente y transparente, pero sus playas no regalan las puestas que las playas del Pacífico y eso siempre se siente. Tocaba, cantaba y me preguntaba qué tipo de fotos querría Richy, cuántas noches me quedaría ahí y dónde iba a hacer el Advanced, mi segundo curso de buceo. Antes de irme de playa me hice una recorrida por los centros de buceo a los que podía ir caminando. El precio por el Advanced oscilaba entre los 340 y 360 dólares por 5 buceos y la certificación. Averigüé en Tulum pero era mucho más caro (como 150 dólares más) y aparentemente el buceo era peor. Entonces miré online si había pueblos más chicos donde bucear en el Caribe y encontré que sí. Mahahual es un pueblo chiquito a 5 horas de Playa del Carmen donde hay muchos centros de buceo.

Esa tarde cuando volví de la playa me senté dentro de mi cabañita a contactar centros de buceo de Mahahual para averiguar precios. Pero antes, mientras cantaba y armaba una lista de tareas de compu en mi mente, dos señoras acercaron dos grandes poofs blancos a mi lado. Estaban tomando vino blanco y venían del mar. Querían secarse y los poof les habían quedado a la sombra. Después de dos o tres canciones más, nos pusimos a charlar. Me contaron que eran amigas de ahí de Tulum de hacía años y estaban en la casa sobre la playa de una de ellas. Eran extranjeras con años de vivir/visitar México. Ari era de Alemania y había vivido en muchos países antes de instalarse en México. Patsy de España y también había vivido por todos lados. Reímos, conversamos y cuando me despedí me lanzaron un sorpresivo regalo: la invitación a quedarme con ellas. Una vez más en el viaje la suerte, lo accidental, lo improbable, la serendipia o el ojete acudían a mí. Yo estaba muy bien en la cabañita detrás de Simple, pero de golpe era amablemente invitada a compartir una casa sobre la mismísima playa con dos mujeres simpáticas y generosas. Jamás digo que no a ese tipo de ofertas, pero primero iba a cumplir mi intercambio con Richy.

La noche siguiente saqué un montón de fotos en el restaurant y fue divertidísimo. Sasha, la chica de Eslovaquia que estaba trabajando ocupándose de las redes sociales de Simple me pidió que me enfocara en el equipo de trabajo, en el lado humano del restaurant. A mi juego me llamaron, justamente mi tipo favorito de fotografía. Al otro día elegí por internet el centro de buceo en que haría mi Advanced en Mahahual (a 250 usd) y me mudé, caminando, de la cabañita a la casa preciosa a la que me habían invitado. Mis días con Ari y Patsy fueron una delicia. Tuvimos oportunidad de charlar mucho pero también tuve tiempo para escribir el blog. Además de escribir, aproveché la comodidad, ubicación y silencio de la casa para grabar voces y percusión para la cuarta videocanción: Pura Potencia. Después de 5 días de tranquilidad, mar, kayak, yoga y creaciones digitales, me despedí de mis anfitrionas y de Sasha (que además daba las clases de yoga por la mañana a 150 mts de ahí) rumbo a Mahahual. Estaba entusiasmada, el Caribe se había puesto mucho más acogedor.