La tribu del wi fi

Mi experiencia conviviendo con nómades digitales de todo el mundo en Playa Gigante, Nicaragua.

Algoritmo Coincidencia

Estaba parada en el quincho-comedor-granespaciocomún de Equilibrio (el eco lodge con el que troqué video por alojamiento y comida en Las Salinas, Nicaragua) con mi teléfono celular en la mano. El wi fi funcionaba mejor ahí así que cada vez que pasaba por el “Hangatorium” (así bautizaron ese espacio, en una castellanización de hang out) sincronizaba mi correo y demás aplicaciones. Algo estaba mirando en mi Facebook (imposible saber qué, obviamente) cuando éste súbitamente me enseñó una publicidad de WiFi Tribe“. El anuncio invitaba a vivir y trabajar con emprendedores digitales y profesionales del trabajo remoto. Yo ya había leído sobre proyectos de viaje en grupo para nómades digitales e incluso había conocido a gran parte del grupo de “Remote Year” que justo estaba en Buenos Aires en Abril; en una reunión de nómades digitales a la que fui. Me dio curiosidad. Presioné suavemente con mi pulgar derecho la imagen del anuncio: 4 personas en malla, paradas dentro de una piscina, con sus computadoras apoyadas sobre el borde y cielo y mar de fondo. Mi toque curioso me llevó al sitio web de WiFi Tribe. No sé cuántos toques curiosos más tarde estaba leyendo la sección que presentaba los próximos destinos. Uno era Nicaragua. Entré. Comenzaba en 6 días, duraba 6 semanas. Copié el nombre de la playa y lo pegué en Google Maps. Era a 20 minutos de donde yo estaba parada tocando mi celular. Me reí sola en medio del quincho enorme. No era una coincidencia, era un algoritmo, pero me hacía sentir el mismo cosquilleo que las coincidencias que interesan.

Camaleón que Troca

En seguida los busqué en Facebook. Había mirado sus precios en su web y, aunque no estaban mal, yo no estaba dispuesta a pagar por semejante lujo que no necesito (pero bien puedo disfrutar!). Faltaban muy pocos días; si tenían alguna cama libre seguramente estarían dispuestos a hacer algún tipo de trueque – pensé. Lancé mi propuesta en 3 o 4 mensajes de Facebook que describían la situación, la coincidencia-algoritmo, la afinidad y el interés. Los respaldé con unos cuantos links y me olvidé del asunto. Alguien pasó caminando por el Hangatorium y me dijo algo, me fui a pasear en kayak o a grabar una escena para el video de Equilibrio, ya no me acuerdo. Por suerte, esa misma tarde; su respuesta curiosa se desarrolló en una rápida negociación de mi segundo y feliz trueque nicaragüense. Nos tomó apenas dos o tres días de mails y una charla de Skype. El trato era editarles el video para sus próximos anuncios en Facebook. A cambio tendría el alojamiento y comida en la casa por 15 días. Me entusiasmaba el cambio de circunstancias. Con esta gente tendría en común el estilo de vida ligado a internet, la actitud emprendedora y el interés tecnológico-digital; esas cosas que no comparto con los viajeros lentos y tranquilos de la artesanía, los voluntariados o la música; ni con los turistas rubios y angloparlantes de las tablas de surf, los que viajan por mucho tiempo sin un mango o los que viajan por poco tiempo con monedas fuertes. Si hay algo que me gusta es entrenar mis aptitudes camaleónicas cambiando drásticamente de entorno. Encontrarme entre “nómades digitales” me hacía ilusión porque encendería en mí colores que no se encienden entre los otros viajeros.

Teoría de Conjuntos

La primera semana en la casa WiFi fue interesante. Las cosas que tenía en común con los demás participantes desaparecieron de mi percepción sumamente rápido, como suele suceder con lo que es cómodo. Mi atención se vio en cambio desviada hacia las muchas diferencias.
Siempre imagino lo que comparto y no comparto con otros en forma de diagramas de Venn, esas representaciones elípticas de conjuntos que se superponían (en el pizarrón de la escuela) para mostrar pertenencia de ciertos elementos a más de un conjunto. Una vocecita protestaba en mi cabeza diciéndome que no fuera tan cabrona pero mi atención se seguía posando en los elementos que quedaban fuera de toda intersección. Camaleón defectuosa en lugar de mezclarse destellaba colores complementarios. Teníamos en común intereses tecnológicos y digitales, la necesidad de una conexión medianamente estable, algo de la cultura consumida (bandas, películas, cierto gusto por el diseño) y las circunstancias inmediatas: casa, clima, comida. Sin embargo, los primeros dos o tres días, cada uno apostado tras su pantalla portátil, no sentía que compartiéramos mucho. No intencionalmente, no a sabiendas. Primera revelación: tener en común no es necesariamente compartir.

La lengua y los cuerpos

Ellos no podían hablar con los locales. En Nicaragua, como ya comenté al escribir acerca de Popoyo, casi ningún local habla bien inglés. La casa grande en la que todos los emprendedores digitales estábamos viviendo era mantenida por 3 locales: Ana, Gerar y Emérita. Ana limpiaba, Gerar hacía el mantenimiento técnico y Emérita nos hacía de comer (delicioso) todos los días de semana. Además de eso estaba el Nica que nos alquilaba el auto que compartíamos. Yo era la única latinoamericana del lado de los atendidos. Era extraño para mí sentir la fuerza de todo lo que tenía en común con ellos, los otros hispano parlantes. El idioma, la calidez de unos cuerpos más propensos al abrazo, el humor sencillo de pueblo (en el que es más importante la intención de hacernos reír mutuamente que la inteligencia u originalidad de la broma), la conciencia de lo áspera que puede ser la vida cotidiana en ese lugar. Claro que sucedieron cosas que intensificaron esas intersecciones. Apenas llevaba unos días en la casa cuando, de pasada por la cocina, la vi a Emérita moqueando. Ella me había comentado de una alergia que tenía, entonces asumí que había empeorado y le ofrecí apagar el ventilador. En cambio, Eme rompió en llanto en mi pecho. A la media hora estábamos las dos en el auto de la WiFiTribe; yo conduciendo 45 minutos hacia el hospital para que ella acompañara a su hermana en una tragedia familiar. Esa fue la primera vez que manejé el auto común. La primera vez que manejé un auto de caja automática también. Y no lo pedí, lo exigí. Me salió ese fuego asertivo y resolutivo que con espanto me recuerda a mi mamá. Percibir lo que hay que hacer en una situación y arremeter. Ese día Eme y yo nos hicimos amigas. Las semanas que siguieron fuimos de compras juntas (yo con algo de culpa pensando que eran horas extra que nadie le pagaba, pero ella serena, quizás disfrutando de elegir sus propios ingredientes, incluso de pasear un rato), cocinamos, chusmeamos, reímos y para coronar mi estadía, nos cantamos el feliz cumpleaños mutuamente. Ana, por su parte, tras escucharme cantar los primeros días quiso compartirme su música y presentarme a su familia. Su hijo me vino a buscar en moto y me llevó por el camino de tierra a su casa a donde me invitaron un almuerzo: sopa de gallina de patio y jugo de melón; me enseñaron a construir un bajo con un balde y un palo; tocaron y cantaron para mí.

Persona Puente

Mientras tanto, al estar con lxs otrxs nómades digitales sentía las diferencias de mi latinismo/tercermundismo y su sajonismo/primermundismo con toda fuerza.
Muchxs de ellxs era gente de negocios. Eso para mí quiere decir que son personas que trabajan con la motivación de generar dinero. Es absolutamente convencional, lo sé, para qué otra cosa trabajaría uno, pero al mismo tiempo un poco ajeno para mí. Para empezar, le tengo (o tenía) rechazo a la palabra negocio (estoy intentando amigarme, ya que evidentemente soy también una emprendedora). La asocio con maneras de conducir actividades que rechazo. Claro que esas maneras no son las únicas. Pero la idea de estar más enfocados en el cuánto que en el qué o el cómo me produce náuseas. Hay algo del abstracto objetivo del dinero que parece enmascarar y justificar cualquier paso en dirección a él. Pero ese es mi prejuicio: que todo negocio es maquiavélico y que todo negocio pretende escalar al infinito, la mentira del neoliberalismo que más detesto. Lo cierto es que ninguno de lxs otrxs profesionales digitales era un empresario inescrupuloso o cruel. Son gente que nació del lado de los ganadores de un juego en que la mayor parte del planeta está perdiendo. Y no se quedaron quietos cómodos. Siguen buscando, son curiosos, son inquietos, quieren ver otras cosas.
Cuando a fuerza de convivir y conversar fui conociendo la historia particular de cada unx, la comprensión y empatía le ganaron terreno al prejuicio. Los percances organizativos con que nos íbamos topando nos ayudaron a conocernos. Yo era muchas veces la que se comunicaba con el “mundo exterior” en nombre de todos. Me lo agradecían. Me hacían saber que lo valoraban. En ningún momento dudaron en expresar su sorpresa ante mi versatilidad. Y yo disfrutaba de ese péndulo: pasaba de interactuar fluidamente con lxs locales para resolver problemas domésticos (qué comemos, cuándo lavamos las toallas, hay que arreglar una ducha, vamos a hacer las compras) a discutir con los nómades sobre problemas que existen sólo enmarcados en puras pantallas. Les amasaba chapatis para el desayuno, me subía a la 4×4 (con cambios manuales) para hacer las compras de la semana y al regresar me ponía editar el video, a hablar sobre plataformas online o planear la próxima actividad recreativa. Soy evidentemente una persona puente no está completamente en casa en ninguna de las dos orillas, pero un poco a gusto en cada una. Quizás por eso no puedo parar de pendular. Quizás por eso no puedo vislumbrarme 8 horas por día detrás de la compu pero sí disfrutar mucho de las que elijo dedicarle. Quizás por eso este estilo de vida me sienta tan bien. Quizás por eso, pasados los 15 días de nuestro trato, los organizadores de WiFiTribe (que no estaban en Nicaragua), me escribieron pidiéndome que me quedara hasta el final a cambio de seguir dando una mano con la organización.
Segunda revelación: Entrar a un conjunto al que uno supone pertenecer también ayuda a resaltar la propia singularidad.

Colores Verdaderos

Al final me quedé en la casa WifiTribe más de un mes. Hubo espacio y tiempo para compartir lo que teníamos en común y lo que no. Colaborar, trabajar los unxs para lxs otros, darnos ideas, contarnos secretos, reírnos, cuidarnos.Pasé un cumpleaños increíble en que todas las personas con las que había estado compartiendo intersecciones y distinciones me hicieron sentir muchísimo cariño. Sajones y latinos. Grabé una canción casi íntegramente en los alrededores de la casa; usando el borde de la pileta que había visto en esa primera foto para apoyar las botellas-bajo del tema. Hice amigos que jamás hubiera hecho en ninguna otra circunstancia. Por eso es tan interesante vivir con gente, compartir los espacios cotidianos, aventuras, desventuras y sobre todo, problemas. Aaron, uno de los wifi tribe, gran compañero de resolución de problemas y mi primer amigo tejano en la vida me decía, conversando acerca del paradójico valor de la desorganización a la hora de propiciar relaciones más profundas entre nosotros: “That’s when you see people’s true colours” (es ahí donde se ven los verdaderos colores de la gente).
Tercera Revelación: Debo ser menos camaleón de lo que me creía, mostrando mis verdaderos tonos por ahí y encariñándome con el colorido mundo de lxs otrxs.

El video que hice para la WiFiTribe: