El retraso del vuelo me cortó la estadía en Boston a la mitad. Llegué a media mañana y me tomé un uber a lo de mi amada Amelia, que me dejó la puerta abierta para que pudiera entrar mientras ella estaba en una reunión de trabajo. También me dejó un desayuno delicioso en la mesa de la cocina.
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Los objetivos de mi cortísima estadía en su casa incluían adaptar mi equipaje a carry-on solamente (dejando muchos trastos estacionado en su pequeño living), incorporar mi nuevo drone Mavic Air 2s na ese setup que tenía como estrella a mi nueva mochila @peakdesign. Tanto la mochila como el drone los había comprado por internet estando aún en Brasil, y Amelia los había recibido para que me estuvieran esperando al llegar.
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También tenía que comprarme un chip de celular. Más de 6 años de nomadismo ya me tenían cansada de cambiar de SIM a cada destino, y, después de que Amelia y yo nos frustráramos en las oficinas de todos los carriers tradicionales, decidí probar Google Fi, que es global. Google Fi no es lo más barato a nivel internacional, porque tiene precios de Estados Unidos, pero se puede suspender cuando no se usa y – hasta ahora – funcionó en todos los lugares donde lo prendí.
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Por suerte, al auto y los equipos que iba a necesitar para grabar en San Francisco ya los había reservado antes de que el vuelo del horror me abollara los planes y el descanso. En ambos casos usé plataformas que permiten alquilar de particulares, y no grandes empresas. El auto lo alquilé con Turo app y los equipos a través de sharegrid, a 3 personas diferentes en el caso de San Franciso.
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Pasé mis horas en Boston haciendo todo esto a las apuradas con la ayuda clave de la hermana que couchsurfing me dio en 2016 en Costa Rica, cuando todo esto del nomadismo acababa de empezar. Curiosamente, desde aquélla vez, nunca había vuelto a usar couchsurfing. En este viaje iba a necesitarlo nuevamente. ¿Encontraría quien alojara, en plena pandemia, a una desconocida recién llegada de centroamérica?
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El tiempo diría. Pero, primero, tenía que llegar a San Francisco.
PD: Estaba tan apurada que casi no saqué fotos. Pero el sótano lavandería del edificio de Amelia me pudo con su oscuridad, su techo bajo y sus caños de ventilación.
PD 2: También nos frustramos con los parquímetros.