Efemérides

❊Ilustración por Juan Delfín

Efemérides y muerte

Los 18 de octubre eran el cumpleaños de mi mamá. A menudo se juntaba con el día de la madre y nuestra respuesta familiar era hacer un sólo regalo, quizás un poco más importante. De chiquita, me resultaba fácil acordarme de su cumple porque era justamente, exactamente; un mes después del mío (18 de Septiembre). En 2004 aprendí que las efemérides tienen que ver con la muerte pero apenas fui consciente de ese aprendizaje hoy, cuando titulé este post.
Hoy, que me desperté y senté con pereza en la compu a seguir avanzando con mis proyectos siempre atrasados, siempre en construcción. No me había dado cuenta de que es 18 de Octubre hasta que hice click en una publicación sobre las últimas novedades del caso Santiago Maldonado. Leyendo esa noticia, se coló en mi retina la fecha que rigurosamente se imprime bajo los títulos de los contenidos informativos. La relación fue instantánea. 18 de Octubre, mi mamá, la aparición de un cuerpo, el peso de un cuerpo.

El peso de un cuerpo

La madrugada que mi mamá murió era 1 de Septiembre. No sé exactamente cuantos minutos u horas después presencié cómo los paramédicos cargaban el cuerpo de mi mamá sin vida. Recuerdo que, entre el dolor y la perplejidad; todavía tuve lugar para sorprenderme genuinamente de lo mucho que pesaba su cuerpo muerto. Eran 3 o 4 hombres y les costó mucho acomodarla en la camilla. La operación de arrancarla de su cama, de su habitación, del escenario de los vivos fue poco eficiente, poco profesional, tragicómica. Hasta se les resbaló un poco en un momento. Y yo, envuelta en lágrimas y más sola que nunca en mi vida, observaba todo como grabando… para poder mirarlo después. Desde 2004 que Septiembre y Octubre son meses de luto para mí. Ya no aniversarios, cumpleaños, regalos conjuntos. No lo digo, ni siquiera me entero a veces. La vida que salgo a buscar me atropella, me despeina, me distrae, me devuelve al terreno del presente y el futuro, imprescindibles para tolerar el pasado. Sin embargo, al ver la fecha impresa en una noticia que, como todas las noticias que cuentan con atención masiva no puede ser ni inocente, ni enteramente confiable; mi cabeza hilvanó hechos privados y públicos en una puntada certera y dolorosa que no se puede descoser. Las efemérides tienen que ver con la muerte. A veces la muerte tiene que ver con conquistas sociales, a veces con las oscuras paradojas de la humanidad que me llevan a preguntarme si merecemos un lugar en este bello planeta o ya debería sacudirnos de un huracanazo, un tsunami, una batería de incendios. La muerte es uno de los extremos del péndulo de la existencia. Pero no dan igual todas las muertes. Tampoco da igual la escala de observación de una tragedia, ni el significado que otorgamos a los eventos que nos toca presenciar o soportar. Pienso en la familia de Santiago Maldonado para quienes la dolorosa puntada que une lo privado con lo público no es realizada por sus cabezas, sino por absolutamente todos los demás. Los peores poderes, los peores calculadores, los ciudadanos empáticos, los resentidos. No quiero politizar este post, todo está politizado. Todos estamos creyendo lo que más se ajusta a nuestra versión del mundo anterior a cualquier noticia. No voy a politizar (más) el post, aunque considero que la vida privada es política. Considero que las emociones son política, que el arte es política, que la sinceridad es política.

El temor

Decidí irme de Argentina el 23 de Diciembre de 2015. En Noviembre terminé una relación de pareja con episodios dramáticos y dolorosos (lo normal, no?). Acababa de asumir la presidencia Mauricio Macri el 10 de Diciembre. Parece una burla, justamente el Día Internacional de los Derechos Humanos. Yo me había enterado de esa efemérides durante el kirchnerismo, que lo celebraba con bombos y platillos (literalmente). De hecho tuve el inmenso placer de tocar con El Choque Urbano en Plaza de Mayo durante uno de esos festejos. Una vez más la historia colectiva y la mía individual hechas puntada. Una vez más coincidencias de mi historia personal y la colectiva tensando la urdimbre de la trama que iba a tejer. Al fin de cuentas nos pasa a todos. Esperé un poco para hacer efectiva la decisión: comprar el pasaje, dejar la casa, hacer las pases con la idea de dejar a mi amada mascota en manos de mi hermano, en quien aparentemente había aprendido a confiar otra vez. Las fuerzas de eyección no eran alegres. Ya habría tiempo para la alegría. Me iba porque no estaba dispuesta a volver a ver los 90 en mi país. No a mis 30. Me iba porque sentía que era ahora o nunca, porque resulta que trabajaba online, porque siempre quise pero, sobre todo, porque no quería estar en Buenos Aires. La idea de quedarme me angustiaba enormemente. Me fui el 15 de Mayo y desde entonces volví una vez, sólo de visita. No sé cuando volveré otra vez. Me urge abrazar a mis amigas y sus criaturas, me urge mirar a los ojos a los testigos de mis efemérides personales, a los compas del camino; pero no quiero ir allá, les insisto para que viajen ellxs también, que vengan a visitarme. Cuando me fui temía que Argentina volviera a los 90. Ahora temo peor. Temo que el 10 de Diciembre de 2015 se resignifique con el tiempo. Temo que se transforme en el inicio de una etapa nefasta de nuestra historia colectiva, de esas que asumen un título siniestro en los manuales escolares o en los periódicos internacionales. El presente, el futuro, son el único antídoto contra el pasado. Miro hoy, 18 de Octubre hacia la Argentina con la misma perplejidad que en 2004 descubría el peso de un cuerpo. No puedo votar desde acá, no puedo abrazarlos, sólo puedo escribir desde mi pequeña e insignificante sinceridad… que también es política.