Grind Camp: Qué, por qué y Cómo.

Hacía calor en el estudio (así le dicen a los monoambientes acá en México) de Pasku esa tarde soleada de Enero. En mi relato cronológico (ya fatalmente interrumpido, pobre) llegué a contarles hasta justo después de decidir volver a México a conocer a Pasku en lugar de viajar a Argentina en Diciembre de 2016. Breve elipsis romántica mediante, era Enero y yo estaba trabajando en el estudio de Pasku mientras él estaba buceando por ahí (o sea trabajando). Entre sudor, vasos de agua y proyectos de Premiere, me entró un mensaje de Facebook de Marc diciéndome que quería hablar conmigo porque quería contarme algo. Marc y yo nos habíamos conocido algunos meses antes en la casa WiFi Tribe en Nicaragua. Habíamos compartido un mes de problemas imprevistos, caminos embarrados, piscina, lanchas y mar.

Qué

Unas horas más tarde hicimos una videollamada y Marc me lanzó su idea loca. Quería hacer un co-loving y co-working en Nicaragua para reunir freelancers y emprendedores de todo el mundo. Hasta ahí nada nuevo, hay muchos de estos proyectos de viaje y connvivencia y surgen nuevos todo el tiempo: Wifi tribe, Nomad House, Remote Year, Roam, Unsettled… Pero lo diferente era que Marc quería que fuera gratis para todos los participantes. Yo me entusiasmé instantáneamente y la cabeza se me llenó de ideas, preguntas y problemas a resolver. Marc se alegró de mi reacción. Mientras nos dábamos el uno al otro las razones de nuestro entusiasmo común, él me contaba que yo era la primera de sus amigos confidentes que se entusiasmaba con semejante locura. Pasku entró a su casa en plena charla y se río al verme casi dando saltos sobre la cama con la computadora sobre la falda. Ni bien cortamos le conté el proyecto aceleradamente, con las palabras brotando a borbotones y atropellándose contra mis dientes. Es que no podía parar de sonreír.

Por Qué

¿Por qué gratis? ¿Quién lo pagaría? ¿Cuál era la ventaja? ¿Cuál era la desventaja? ¿Y los desafíos? Fueron muchas las preguntas que Marc y yo nos respondimos parcialmente esa tarde. Gratis porque lo más valioso en las experiencias de convivencia de este estilo son los otros participantes. Marc y yo lo habíamos experimentado en carne propia unos meses tras la coincidencia maravillosa que me había llevado a pasar un mes en la casa de la WiFi Tribe.

En esa oportunidad yo había arreglado un trueque de alojamiento a cambio de trabajo en video. Los organizadores nunca llegaron a Nicaragua por circunstancias imprevistas y Marc terminó involuntariamente llevando adelante la casa. Después de haberlo ayudado en esa tarea sin que fuera mi obligación, él y yo compartíamos una extraña confianza mutua hecha de pura resolución de problemas y unas cuantas conversaciones sinceras. El, que originalmente había pensado que era una pésima idea tener a alguien haciendo trueque en una situación en que todos los demás habían pagado, me estaba agradecido y yo tenía varios amigos que no hubiera podido hacer jamás en otras circunstancias. Gracias a esa experiencia nos dimos cuenta de que habían sido esos mismísimos problemas los que nos habían hecho establecer una relación profunda tan rápido, entre nosotros y con otros del grupo. También nos dimos cuenta de que el grupo era mucho menos diverso incluso de lo que los participantes esperaban. La última quincena había en la casa como 6 personas todas de Texas, USA. La única razón por la que yo me había colado en ese grupo menos heterogéneo de lo esperado (los únicos participantes originarios de países en vías de desarrollo éramos Marc y yo) era que no pagué con dinero sino con trabajo. Abriendo aplicaciones para una experiencia gratuita podíamos garantizar más diversidad en la composición del grupo. También teníamos la esperanza de que, al ser gratuita, los participantes no estarían en modo cliente-con-expectativas-de-ser-atendido sino en un rol de co-creación de la experiencia. Las desventajas que habían anticipado otros amigos de Marc menos optimistas (o hippies, o locos) incluían baja calidad de los aplicaciones, poco compromiso, demasiado trabajo de filtrado y hasta preocupaciones por la seguridad del evento. Las ventajas posibles eran las mismas que en todas las experiencias de este estilo: aprendizaje acelerado por el tiempo compartido con otros semejantes pero distintos, colaboraciones, networking y nuevas amistades con un estilo de vida y valores más cercanos a los propios; pero catapultadas al infinito por la diversidad que queríamos asegurarnos de introducir a la ecuación.

Cómo

No recuerdo exactamente cuánto tiempo pasó entre esa primera videollamada y las acciones que siguieron. Creo que hubo una o dos semanas de búfer en que los dos seguimos evaluando si íbamos en serio. El asunto es que sí, queríamos hacerlo. Marc montó una web, un grupo de Facebook, un canal de Youtube. Yo edité un video invitando a la gente a aplicar y Marc puso apenas 100 usd en Facebook Ads para hacer correr la voz:

Empezamos con un formulario de typeform pero era muy tedioso organizar la información así que poco después de empezar nos pasamos a ninjaforms sobre wordpress. Marc pagaría esta primera experiencia porque no podíamos esperar a convencer a sponsors ni nada. Me dijo que tenía varias ideas sobre cómo monetizarla y hacerla sustentable en el futuro. Yo le creí, al fin y al cabo, el que entiende de dinero y gran escala es él, no yo. Las aplicaciones empezaron a llegar. Muchas, me abrumaban. Por suerte algunas eran malas, como habían anticipado las voces consejeras pesimistas; así que esas las desestimaba rápido. Pero eran las menos. Recibimos más de 500 aplicaciones. Mucha gente creía que era una estafa, una mentira, que no podía ser. Otros llegaron a sugerir que queríamos armar una secta. Marc y yo reíamos con entusiasmo y nervios. Teníamos muchas ganas y empuje, y tantísimas más preguntas. Había mucho que no sabíamos y pretendíamos descubrirlo haciendo. En eso sí que nos parecemos el negro inteligente grandote y malhablado de Trinidad y Tobago y la enana sudaca medio hippie medio nerd que escribe: hacemos, probamos, nos arriesgamos, aprendemos haciendo. No sé exactamente cuántas entrevistas de Skype hicimos. Más de 50 seguro. En el transcurso fui aprendiendo que era mejor abrir un calendario en el que la gente reservara turno para Skypear. La herramienta se llama Calendly y la encontré desesperada de confusiones de husos horarios, plantazos e emails. También usamos Trello para hacer listitas de tareas que pudiéramos mirar fácilmente en cualquier momento. Se arrimaban las fechas, había que elegir a quiénes invitar y había que determinar la locación donde nos quedaríamos. Gestiones de Marc y un poco de serendipia mediante la locación se definió: Malibu at Pacific Marlin en San Juan del Sur, Nicaragua. El dueño, con quien ahora tenemos una relación permanente (Marc le hace el marketing y yo los videos para ese marketing), se entusiasmó con la idea de nuestro encuentro y quiso que fuera en sus casas así que le dio a Marc un precio inaudito. Ya casi estábamos, empezamos a invitar a nuestros favoritos de entre los candidatos interesantes que habían mantenido su disponibilidad abierta y su deseo de participar claros. 4 o 5 de las personas elegidas no pudieron venir por diferentes razones. 2 de ellos tuvieron invitaciones a eventos y programas de aceleración de sus empresas, habíamos elegido tan bien que ahora se les complicaba venir. Las últimas semanas fueron de nervios para mí. ¿Y si no compraban sus pasajes? ¿Y si nos plantaban? No queríamos una casa vacía. Tampoco queríamos exceso de personas, así que no podía invitar a lo pavote.

Cuenta Regresiva

Yo llegué a Nicaragua una semana antes del comienzo “oficial” de Grind Camp para acomodar las casas y preparar todo para recibir a los Grinders lo mejor posible. Estábamos nerviosos, estábamos entusiasmados y teníamos más preguntas que respuestas cuando grabamos esta conversación junto a la pileta en la casa aún vacía (está en inglés pero los subtítulos están en camino):

Perlitas

La preocupación de tener la casa vacía quedó rápidamente ridiculizada por los hechos. Tuvimos más participantes de los que creímos que íbamos a tener. A la mitad de la primera semana Marc decidió alquilar una tercera casa porque gente que él había invitado informalmente le mandaba mensajes de que estaba en camino, sin siquiera esperar confirmación por su parte. Nos mirábamos incrédulos y reíamos nerviosos. ¿Qué estamos haciendo? Algunas personas que vinieron por el mes completo se fueron antes. Algunas personas que cayeron con paracaídas se quedaron todo el tiempo. Jack, que se subió a un avión preso de un impulso, se quedó 15 días y se hizo un tatuaje del logo de Grind Camp en el cuello. A su regreso a Estados Unidos renunció a su empleo y volvió a Nicaragua para quedarse. La última: un día en la pileta Marc se acordó de comentarme algo que había olvidado. Cuando había armado la campaña de Facebook con el video había abierto un proceso de aplicación dentro de Facebook mismo y lo había olvidado por completo. Al acordarse, entró a ver y teníamos más de 1500 aplicaciones que jamás miramos. Menos mal, hubiera colapsado de sólo intentarlo. Esta historia continuará, recién estoy empezando a escribir sobre el intensísimo proceso que fue idear, armar y experimentar Grind Camp. Mientras tanto, se puede chusmear lo que hay en el canal de YouTube.