Un paseo por el inframundo

Mis últimas 3 noches en México iban a ser en Playa del Carmen. Pasku pasó a buscarme por lo de Salva alrededor de las 7 de la tarde. Pusimos mis cosas en la caja de la camioneta y nos fuimos para su casa. Mientras estacionábamos en la cuadra tranquila y arbolada, sus perros nos daban la bienvenida ladrando desde la terraza.

Las fotos de la cabecera del post son de la talentosísima Nina Moysi
Subimos y me mostró el estudio donde dormiría los próximos días. Al entrar me invadió una inesperada e intensa alegría. Para empezar me encantan las terrazas. Esta era grande y tenía una mesa, una parrilla y una hamaca; tres objetos pasaportes a la felicidad. También me gustan las habitaciones aireadas y luminosas, como suelen ser las habitaciones construidas en terrazas. Pero además de todo eso me di cuenta de cuántas ganas tenía de tener mi propio espacio. La mayor parte de mi paseo por la Riviera Maya había siendo compartiendo o haciendo trueque. Esta situación era una mezcla ideal: tenía mi cama, baño y cocinita pero también tenía un anfitrión en la puerta de al lado. Un anfitrión que me caía muy simpático y que me llevaría a bucear en menos de 12 horas. Así que me instalé, escribí un rato y arreglé para ir a cenar con Jessica, la italiana con la que bucearíamos al día siguiente.

Amistad Instantánea

Ya lo debo haber escrito alguna vez, pero sucede algo muy curioso cuando uno viaja. No sucede todo el tiempo, pero sí mucho más que en la vida no viajera. Me refiero a esto de que uno conoce a alguien y con sólo mirarse a los ojos y conversar 5 minutos tiene la certeza de que puede entablar una amistad con esa persona. Jessica y yo nos habíamos conocido en el ADO que me tomé para ir de Playa del Carmen a Mahahual. Ella estaba con otros dos chicos y se bajaron antes que yo. Durante nuestra charla nos dimos cuenta de que probablemente coincidiéramos en Playa del Carmen la siguiente semana. Ella también buceaba y, aunque tenía bastante más experiencia que yo, todavía no había buceado en un cenote y tenía ganas. Yo le conté que seguramente volviera a Playa especialmente para eso y que tenía un guía recomendado por un amigo para hacerlo. Antes de despedirnos intercambiamos números de Whatsapp y quedamos en escribirnos a ver si buceábamos juntas en cenote. Apenas fijé mi fecha de buceo con Pasku contacté a Jessica y acordamos hacerlo juntas. Esa noche de mi regreso a Playa, después de escribir un rato en mi estudio terracero, bajé caminando al centro a encontrarme con Jessica para cenar. La temperatura de la noche era inmejorable y la brisa marina lo acariciaba todo. Tan contenta estaba que lo saludé a Pasku sin preguntarle nada y no me di cuenta hasta dos cuadras más adelante de que no tenía idea a dónde iba. Me perdí un poco pero igual llegué a tiempo. Jessica y yo nos fuimos a buscar una cerveza porque todavía no teníamos tanta hambre. No íbamos ni la mitad del primer vaso de cerveza pero mi intuición de amistad instantánea ya había sido comprobada. Después del litro de cerveza nos fuimos a una taquería a deleitarnos con el sabor popular de México. Nos despedimos con el estómago lleno de risas y con muchas ganas de reencontrarnos temprano en la mañana para nuestra experiencia cenotera inaugural.

Experiencia Inaugural

Los cenotes son accesos verticales a ríos subterráneos. En algunas partes de la selva el terreno colapsa y entonces quedan porciones del río subterráneo expuestas a cielo abierto. Es por ahí que los buzos se adentran en las venas subterráneas de nuestro planeta y descubren escenarios surrealistas mientras se desplazan ingrávidamente a través de estos templos oscuros y aparentemente quietos. En la zona de la Riviera Maya, todos los ríos están bajo tierra y por eso es uno de los puntos preferidos en todo el mundo para buceo de cuevas y cavernas. Está lleno de cenotes y son todos muy distintos tanto en su zona expuesta al simple peatón como en recovecos interiores. En muchos casos las paredes y suelos tienen formaciones increíbles. Estalactitas, estalagmitas, fantasmas y columnas construidas por los lentos y constantes movimientos inorgánicos de nuestro planeta. La fuerza de gravedad, las filtraciones del agua de lluvia y la composición del suelo conspirando para la construcción de estos espacios escondidos, silenciosos, imponentes. Sal, cal, agua, gravedad, tiempo. Los mayas le llamaban el inframundo y les puedo asegurar que al bucear por ahí uno se siente en un espacio místico e inquietante.

Mientras nos llevaba hacia el primer buceo en cenote de nuestras vidas, Pasku nos contó que el buceo en cavernas y cuevas se hace siguiendo líneas que instalan buzos más expertos. De esta manera uno no se pierde y sabe que encontrará la salida. Yo le pregunté cuál era la diferencia entre cavernas y cuevas. La distinción técnica es que en una caverna la salida vertical hacia el aire no está nunca más a más de 60m. Más allá de los 60m ya se trata de una cueva. Las cuevas tienen también restricciones más pequeñas. Las restricciones son zonas estrechas por las que atraviesa la línea (y los buzos dementes que bucean siguiéndola!). A medida que Pasku nos iba dando precisiones técnicas, Jessica y yo nos poníamos cada vez más nerviosas. Antes de subirme al auto, mi mayor miedo era perturbarle el buceo a los otros. Pasku me había preguntado antes de arreglar, cuando hablamos por mensajitos, cómo me iba con el control de la flotabilidad porque: a) había que ser cuidadoso para no romper ninguna de las magníficas y antiguas formaciones b) si levantaba el sedimento del suelo podía reducir drásticamente la visibilidad para todo el grupo. Pero a los 10 o 15 minutos de charla informativa en el auto ya me habían aparecido un nuevo temor: sentir claustrofobia. Como al final no había conseguido hacer el buceo nocturno en el mar, esta experiencia cenotera sería también mi primer buceo con linterna. Jessica, que tenía muchísima más experiencia que yo (como 40 buceos contra 12) también sentía cierta ansiedad y miedo a no ser capaz de disfrutar de la caverna. En el auto con nosotras iba también Chuck, el cuarto integrante de la comitiva. Chuck tenía más de 60 años y era un cliente histórico del centro de buceo que ya había buceado los cenotes de la Riviera decenas de veces. De hecho, Pasku había decidido cambiar los cenotes a los que iríamos porque Chuck quería hacer The Pit. A Jessica y a mí nos daba lo mismo porque no conocíamos ninguno, ni las diferencias entre ellos. Con el tiempo (como un mes y medio después) bucearía en otros cenotes y comprobaría cuán distintos pueden ser unos de otros. Pero mejor no me adelanto.

El agujerito sin fin

Ya estábamos llegando a nuestro Primer Cenote. The Pit es un buceo profundo y por eso sería el primero del día. Los buceos sucesivos suelen planearse de mayor a menor profundidad máxima por cuestiones de seguridad. Además estaba la cuestión de aprovechar el horario en que los rayos del sol dan de lleno en el agua. The Pit quiere decir algo así como “El agujero”. Tiene una abertura enorme casi circular y es muy profundo: 120m. Por supuesto que no superaríamos los 40m, límite de profundidad para el buceo recreativo. Pasku nos contó que con suerte atravesaríamos una haloclina que normalmente se encuentra a los 20m.
Click aquí para bucear con Pasku!
Las haloclinas son capas en las que la salinidad del agua cambia bruscamente. El efecto visual que esto produce es tan psicodélico como indescriptible. Fue bueno estar prevenida para no creerme que mis ojos habían dejado de funcionar o que mi máscara estaba empañada. El “briefing” (charla antes de un buceo explicando cómo es, cuál es el plan y que recaudos hay que tomar) que Pasku nos dio fue bastante largo. Eso estaba bueno porque tenía muy claros los consejos de seguridad antes de entrar, pero también me dio tiempo a hacerme la cabeza. Jessica estaba bastante parecida y quizás nos contagiábamos un poco mutuamente. Mientras armábamos los equipos ya quería estar fuera de nuevo y que todo hubiera salido bien. Chuck estaba tranquilo, ya conocía The Pit y no teme a los cenotes en absoluto, pero lo atormentaba la posibilidad de que su mayor consumo de aire nos acortara mucho el buceo a nosotras. El buceo es interesante porque implica una situación individual intensa que se supedita todo el tiempo a los protocolos de seguridad y buenas prácticas grupales. Si alguien en nuestro grupo consume su aire, todos debemos salir. Por eso no da igual con quien buceamos ni por lo técnico ni por el disfrute. Cuando buceamos con gente que nos cae bien y nos entendemos es hermoso, es un compañerismo super fuerte; pero cuando toca bucear con gente que es desconsiderada, excesivamente nerviosa o simplemente egoísta, puede ser un dolor de cabeza. Por suerte este grupo era de los buenos.

Finalmente bajamos con el equipo. Al ver el tamaño del agujero me tranquilicé. En este buceo no experimentaríamos demasiada oscuridad y casi todo el tiempo tendríamos la apertura justo encima. De hecho no seguiríamos una línea porque es tan simple la forma y tanta la luz que entra que es casi imposible perderse. Chequeamos el equipo: que no hubiera pérdidas de aire y que la cantidad de lastre (plomos que se llevan para poder bajar) fuera adecuada. Chuck tenía una máscara con dos luces y cámara incorporadas, sería muy fácil reconocerlo bajo el agua. Jessica y yo estábamos nerviocontentas. El momento en que Pasku dijo “bajamos” y todos desinflamos nuestros chalecos mirándonos a las máscaras fue emocionante. La inmersión fue hermosa aunque mi máscara no paró de llenarse de agua cada 20-30 segundos. Mientras lidiaba con eso en las profundidades del agujero me reía de mí misma y la ironía de haberme preocupado por todo menos por lo que acabaría pasando. Ni oscuridad, ni claustrofobia, el problema fue la cara demasiado angosta. De todas maneras disfruté de mi primer buceo en cenote con un grupo precioso. Salimos contentos, guardamos todo de nuevo en la camioneta y nos fuimos hacia el segundo desafío de la tarde.

El miedo y el té

El segundo cenote al que fuimos se llama Tak Be Lum. Es muchísimo menos conocido que The Pit y esta vez sí nos tocaría la oscuridad, la estrechez y la proximidad de un suelo recubierto de sedimento. Esta vez seguiríamos una línea y la formación en la línea sería por orden de experiencia de menor a mayor. Es decir que yo estaría justo detrás de Pasku, Jessica detrás de mí y Chuck cerraría el grupo. Habíamos cambiado mi máscara a ver si este buceo aguantaba sin que me entrara agua. No me hacía gracia la idea de tener que estar vaciándola todo el tiempo en un buceo verdaderamente oscuro en el que tenía que poner especial atención al control de la flotabilidad. Otra vez nos preparamos, chequeamos, bajamos, nos formamos y nos adentramos hacia la oscuridad.

Los primeros minutos de buceo fueron un ejercicio de control mental fuerte. No tardó mucho en desaparecer la luz. Las formaciones eran preciosas pero me costaba concentrarme en ellas. Todo estaba bien pero yo estaba ansiosa, nerviosa, con temores irracionales. No me podía relajar, iba todo el tiempo triple chequeando todo. Para colmo, con todo el nerviosismo de la caverna se me había olvidado escupir en la máscara antes de ponérmela, de modo que empezó a empañarse. Una vez más la ironía de preocuparme por grandes cosas nuevas y olvidarme de las pequeñas cosas básicas. Esta vez la suerte me acompañó y la máscara se desempañó rápido. A medida que pasaron los minutos me fui acostumbrando a la tensión que sin desaparecer del todo menguaba lentamente. En mi diálogo mental me decía que no importaba si no lograba apreciar las formaciones, también estaba bien la experiencia de atravesar un temor así aunque no fuera precisamente agradable o cómodo. Ya habíamos hecho más de medio recorrido sin sobresaltos cuando perdí el control de mi flotabilidad. Afortunadamente no me fui para abajo a levantar el temido sedimento enceguecedor. O sea que me fui para arriba. Mientras mi tanque de agua rozaba contra el techo inundado de la caverna yo sentía una mezcla de vergüenza y ganas de reír. Me imaginaba que era un globo de helio atorado en un rincón contra el techo cuando la fiesta ya terminó. Era un pez muerto que hinchado sube a flote. Era una buza inexperta haciendo cosas de inexperta. No sé cuánto demoré en lograr bajar. Dudo que haya llegado al minuto de globo de helio, aunque quien sabe en qué quedamos entre la lentitud y quietud de ahí abajo y la velocidad de la vergüenza desesperación de mis adentros. Una vez que logré despegarme del techo comencé a reírme de mi misma, como si supiera que ya había pasado todo lo malo que iba a pasar. Durante los últimos minutos del buceo empecé a relajarme (un poquito tarde, claro).

Las fotos de cueva son gentileza de Joram Mennes @joramcavediving
Ni bien salimos sentí una mezcla de alivio, orgullo y ganas de volver a entrar porque estaba segura de que la segunda vez podría disfrutarlo. Desmontamos todo, nos secamos (yo había terminado este segundo paseo por el inframundo con los dedos de los pies fríos) y nos subimos a la camioneta rumbo a playa. Durante el viaje hablamos bastante sobre cómo lo habíamos pasado. Jessica y yo estábamos un poco verborrágicas. La experiencia inaugural cenotera nos había dejado revolucionadas, yo podía sentirlo en mi cuerpo. En ese estado logré ponerle palabras las sensaciones de temor controlado que había vivido:
-Fue como tomar un té inglés con la muerte – dije – Y que ella me susurrara verdades inmanentes en un tono apenas audible de tan educado.

Tan a gusto

Esa noche mientras preparábamos un asado en la terraza, le pregunté a Pasku cómo era el cenote al que le tocaba ir la mañana siguiente. Habiendo buceado dos cenotes en un día y con los resabios de semejante experiencia en el cuerpo, me daban muchas ganas de grabar en uno.
Pasku me dijo que sí, que tenía lugar en el auto y que “no había pedo”, que podía ir de infiltrada al día siguiente. Ya tenía claro que grabaría percusión para Pura Potencia, la cuarta videocanción. Había encontrado en mi estudio terracero un bidón de agua de 20lts que serviría de tambor. Era el cierre perfecto para mi estadía en México.
Jessica, Pasku, amigos de él y yo cenamos un asado exquisito en la terraza entre risas y brisa. La situación era idílica. Caminando de un estudio al otro llevando bowls, vegetales y utensilios de cocina; me di cuenta de que me sentía sorprendentemente cómoda en esa situación y con esa gente. La alegría de esa noche era profunda como The Pit. Recordé el rechazo que había sentido por Playa del Carmen apenas llegué y volví a concluir que las buenas experiencias están hechas de frágiles coincidencias, encuentros, fortunas. Los miré a Jessica, Pasku y amigos riendo en la terraza; olí la grasa que se quemaba en la parrilla y sentí la suave frescura de la noche en mi cuerpo relajado de tanta agua: estaba infinitamente agradecida de sentirme súbitamente tan a gusto.

Irme sin querer

Mi despertador sonó unos minutos más temprano que el de Pasku, al que pude escuchar desde mi habitación contigua a la suya. Lo había programado así porque quería hacer desayuno para ambos a modo de agradecimiento por todo: el buceo, el asado y dejarme colarme en su día laboral para grabar. Lo tragamos casi tan rápido como lo hice, llevábamos prisa. El cenote donde bucearían Chuck y una señora venezolana se llamaba Dreamgate. El día estaba inestable, medio nublado y con ganas de chubascos. Ni bien Chuck y Lisa estuvieron listos, partimos rumbo a Dreamgate. Al llegar, buenas noticias, había sólo un grupo a punto de salir del agua y nosotros.

  • Mientras ellos se equipaban yo recorrí el lugar intentando decidir dónde grabar. Hice algunas pruebas de cámara a ver si podía ubicarme en un rincón donde no molestara pero finalmente me rendí, la mejor ubicación era justamente sobre la plataforma que usan los buzos para entrar al cenote. De modo que contaría con dos bloques de aproximadamente 40 minutos para grabar: lo que duraba cada recorrido que Pasku guiaría bajo el suelo de la selva. Me resultaba fascinante pensar que ellos estarían tan cerca de mi pero en una realidad paralela, donde ni siquiera podrían percibir el sonido que yo haría.Ellos se adentraron en la caverna y yo me acomodé muy concentrada.
Antes de darle play al track en mi ipod pude percibir la paz que ese lugar me transmitía. Claro, era la primera vez que estaba en un cenote completamente sola. Otra vez me sentí muy agradecida pero me apuré a grabar porque corrían los minutos. En el post que hice sobre Pura Potencia hay unos videos cortos mostrando el momento en que salieron del primer buceo, que coincidió casi exactamente con el final de una toma. Más tarde, ya en Costa Rica, cuando mirara el crudo descubriría los mágicos juegos de luz que se habían hecho sobre las paredes del cenote mientras tocaba. Es que todo ese día fue un poco mágico. Mi último día en México me sigue pareciendo de cuento hasta hoy.

Terminaron de bucear, terminé de grabar, desarmamos y nos fuimos. Pasku llevó a Chuck a su hotel y luego nos fuimos al centro de buceo a descargar. Fue en eso que empezaron a caer unas gotas tímidas del cielo. En el centro de buceo no quedaba ya nadie. Tampoco había gente en la playa porque estaba feo. Mientras acomodábamos reguladores, trajes y chalecos; a Pasku y a mí nos agarró una elocuencia recíproca. Quizás fue la inesperada intimidad de la playa vacía, quizás la gratificante satisfacción del trabajo terminado (y compartido). El asunto es que claramente esa conversación arrancó con fuerza y no tenía ganas de terminar. Continuó más tarde, cuando decidimos ir a comernos unos mariscos. Se extendió un poco más con un margarita y un mojito sobre la 5ta avenida.

  • Pasamos la medianoche, yo estaba en franca cuenta regresiva: a las 3 de la mañana tenía que subirme a un taxi rumbo al aeropuerto de Cancún para volar a Costa Rica ni bien despuntara el alba. Era irónico, después de criticarla y escapar de ella casi corriendo, no tenía ninguna gana de irme de Playa del Carmen. Pensaba en el surf de Costa Rica para consolarme. Pensaba en cuán agradecida había estado los últimos tres días y que debía concentrarme en eso y no dejar que me invadiera una melancolía prematura. “Casualmente” me quedé completamente dormida. Pasku tuvo que entrar al estudio a sacudirme desde el pie derecho para que me subiera al taxi y me fuera de una vez, sin querer.